domingo, 28 de febrero de 2010

Ha llegado la hora (Javier Compás)


-->
El último trimestre del año que acabamos de superar, y más que nunca esa palabra, superar, adquiere su sentido más literal, como digo, en esos últimos meses de 2009, ha tenido una importante repercusión un hecho que, si no hubiese sido por unas circunstancias excepcionales, hubiese pasado con más pena que gloria, por la vida socio cultural de Sevilla y no digamos del resto de España.
Como la mayoría de los lectores sabrán, la Asociación Cultural Ademán de Sevilla, entidad fundada en 1981, organizó, dentro de sus actividades habituales de carácter cultural en la ciudad hispalense, un acto literario que pretendía ser un homenaje al escritor Agustín de Foxá al cumplirse el cincuenta aniversario de su muerte. Contó la Asociación Ademán, para la organización de dicho acto, con el apoyo de la también sevillana, Asociación Cultural Fernando III, ambas entidades no es la primera, ni la última vez, que han colaborado en la organización de un evento de este tipo.
Dada la precariedad económica de ambas asociaciones, se solicitó para la celebración del citado homenaje literario un salón de uno de los centros cívicos que, al servicio de los ciudadanos, mantiene el Ayuntamiento de Sevilla en distintos distritos de la ciudad. Pues bien personados el día señalado y a la hora prevista en el centro cívico concedido por escrito por el área de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla, que dirige la comunista Josefa Medrano, se impidió, por parte de los empleados municipales, a organizadores, ponentes, los prestigiosos escritores Aquilino Duque y Antonio Rivero Taravillo, y al público en general, acceder al recinto previamente concedido, sin más explicaciones y sin la comparecencia de autoridad alguna que argumentara dicho despropósito.
Afortunadamente, la benignidad del otoño sevillano, permitió la celebración del acto al aire libre, bajo los árboles del parque donde se encuentra el Centro Cívico Tejar del Mellizo, disfrutando los asistentes de las atinadas palabras de los dos ponentes.
El desafuero tuvo inmediato eco en todos los medios de comunicación locales, en el mismo momento y en las semanas posteriores, pero el Ayuntamiento, lejos de rectificar tan totalitaria actitud de censura literaria, se empecinó en su cerrazón y tanto PSOE como Izquierda Unida, insistieron en justificar lo injustificable, ahondando en su desatino al argumentar, para defender su brutal censura, una demencial interpretación de la llamada ley de Memoria Histórica, ley que está sirviendo a la izquierda española para perpetrar los más increíbles esperpentos en pos de un ánimo revanchista que vuelve a levantar los dormidos odios de bandos antiguamente enfrentados en la sociedad española. El llamémosle asunto Foxá, ha acabado en los tribunales, pues ambas asociaciones culturales han demandado a varios de los responsables municipales por prevaricación e injurias.
Antes de fin de año, en una cita celebrada en el mismo recinto, esta vez sin prohibición alguna, las mismas asociaciones culturales organizadoras del homenaje a Foxá, celebraron otro homenaje literario esta vez a la figura del poeta Leopoldo Panero en el centenario de su nacimiento.
Toda esta introducción me ha servido para justificar la apertura de un espacio, una ventana abierta para airear la cerrada habitación de las brillantes plumas, que como Agustín de Foxá y el mismo Panero, han sido encerradas por la tiranía del poder establecido, de lo políticamente correcto, de los paniaguados del sistema que, llenos de rencor, injusticia e ignorancia, condenan a varias generaciones de extraordinarios protagonistas literarios de la cultura española del siglo XX por el mero hecho de aventurar, en su estulticia, que no coincidían con sus planteamientos políticos, cosa deleznable de por si, que se vuelve más sangrante cuando ni siquiera están informados de las verdaderas idiosincrasias de los desterrados al ostracismo del olvido.
Desde aquí queremos reivindicar obras y autores, hechos y efemérides de grandes españoles que dieron a nuestras artes días de gloria y trabajos dignos de permanecer en los anaqueles de nuestra historia cultural más destacada.
Ha llegado la hora de recuperar esos miembros amputados de nuestra cultura, está loco un pueblo que repudia a sus hijos más ilustres, no me extraña, en esta patria a la deriva, desenraizada de sus más característicos valores, dominada por sectas que repudian lo que desconocen, y que no quieren preocuparse de conocer, que solo quieren agradar a una masa de votantes adeptos, a los que se intenta mantener en la más frívola de las superficialidades, adoctrinados en la más supina ordinariez desde los controlados canales de televisión, adormecidos en una figurada sociedad de bienestar donde, ante la ficción de grandes masas de productos a disposición de todos, la mayoría acaba comprando subproductos en los bazares orientales, donde las marcas se imitan unas a otras y las grandes compañías multinacionales pactan los precios convirtiendo en falacia las supuestas beldades de la competencia comercial.
Impostura que se traslada a todos los campos del vivir cotidiano, alimentos y ropa, transportes e infraestructuras y, como no, en siglas de partidos intercambiables entre ellos. Consumo y moral relajada son los nuevos opios del pueblo que, con la panza llena y atiborrado de canales de televisión y juegos virtuales, malvive para pagar a los bancos los desafueros del sistema capitalista.
La recuperación de obras y personajes que dieron luz a nuestra cultura no será, por tanto, solo un ejercicio de justicia histórica, sino que quiere ser, además, una llamada a las nuevas generaciones para mostrarle un camino de retorno a la senda de nuestra verdadera civilización. Lejos de plasmar antiguos modelos clásicos, querremos fijarnos en espíritus jóvenes que, con afán revolucionario, quisieron cambiar un ambiente decadente en una nueva España, más justa y más libre, no un cerrado con olor a naftalina y muebles viejos, sino, como dijo José Antonio, “una España alegre y faldicorta”.
Ocurrió en España después de la Guerra Civil y ocurre ahora, el sectarismo que todo lo oscurece. Ahora, que, de nuevo, Lorca sirve de coartada para la manipulación cultural e histórica, traemos aquí las palabras del escritor y cineasta falangista Edgar Neville: “La obra de Federico está por encima de los partidos y de las disensiones, es un bien nacional, como la obra de los Machado, de Juan Ramón o de Lope”. Así mismo, hemos de reseñar como Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo, distinguidos falangistas ambos, consiguieron que las obras de Antonio Machado no fuesen desterradas de las librerías de la España Nacional durante la guerra.
En definitiva, nos gustaría recuperar ese espíritu de convivencia ilustrada de pre-guerra, donde se compartían copas en los cafés de moda, donde menudeaban, incluso compartiendo espacios, tertulias de literatos que, si no coincidían en planteamientos políticos, si creían, cada uno desde sus posiciones, en la regeneración de España. Gente de vanguardia, de nuevos planteamientos, de apertura a nuevas formas, de intercambios intelectuales de carácter internacional.
Es la hora de superar ese triste informe aparecido en prensa que dice que el 40% de los jóvenes españoles no lee ningún libro al año, que cerca de medio millón ni estudia ni busca trabajo, que la desesperanza está instalada en nuestra sangre más joven. No queremos viejas estatuas frías, queremos modelos que remuevan conciencias dormidas.
Javier Compás

No hay comentarios:

Publicar un comentario