martes, 30 de noviembre de 2010

Agustín de Foxá sin clichés


Un volumen recopila artículos, cartas y teatro del autor de la novela más reverenciada por el bando franquista

TEREIXA CONSTENLA - Madrid - 16/11/2010
Agustín de Foxá se cruzó en la calle con Luis Buñuel. El cineasta le invitó a la proyección de La edad de oro. Foxá declinó la propuesta, ya tenía planes. Iba al teatro de la Comedia a la puesta de largo de un nuevo partido al que acabaría regalando versos para un himno llamado Cara al Sol.
Agustín de Foxá se cruzó en la calle con Luis Buñuel. El cineasta le invitó a la proyección de La edad de oro. Foxá declinó la propuesta, ya tenía planes. Iba al teatro de la Comedia a la puesta de largo de un nuevo partido al que acabaría regalando versos para un himno llamado Cara al Sol. El filólogo Jordi Amat recuerda el encuentro en el libro Agustín de Foxá. Nostalgia, intimidad y aristocracia, editado por la Fundación Banco Santander, con la intención de ofrecer, según Javier Aguado, director de la colección Obra Fundamental, "una nueva mirada de Foxá al margen de clichés".
El volumen recopila el material más desconocido de Agustín de Foxá (Madrid, 1906-1959): la obra de teatro Cui-Ping-Sing, cartas escritas entre 1936 y 1951, un centenar de páginas de su dietario de guerra y varios artículos publicados en Abc, incluidos los de su visita al frente de Leningrado en 1942, acompañado por el escritor Curzio Malaparte. "Foxá es conocido por una novela que no explica todo Foxá. Y es más conocido a veces por sus anécdotas que por su labor", señala Amat, que lo considera un autor "desubicado" y un hombre "desterrado" por el progreso. "Es muy difícil pasar de una época a otra. Yo creo que he estado enfermo de los nervios por el pecado de haber ido de niño en coche de caballos y de diplomático en avión supersónico", confiesa el autor de Madrid, de corte a checa, esa novela que no explica el todo Foxá y que sin ella no se le entiende. Finalizó su escritura en septiembre de 1937. Para entonces era un inspector de la Falange que se movía en terreno nacional, al que había llegado tras espiar para el bando franquista desde la legación diplomática de Bucarest adonde le había destinado la República al comienzo de la Guerra Civil. En el 39 era un escritor más famoso que en el 36. Madrid, de corte a checa fue la novela que necesitaban los suyos. "Su éxito en la zona y en el exterior fue inmediato, apoteósico. Pero el propio Foxá debió de sospechar que la obra no era todo lo buena que dijeron, ya que contravenía la primera norma de un novelista moderno: no se puede leer si no es con entusiasmo y no se puede escribir si no es con escepticismo. Foxá la escribió con entusiasmo. Es lógico que hoy se lea con escepticismo", sostiene Andrés Trapiello, en su ensayo Las armas y las letras.
Fue la novela natural de un aristócrata monárquico que se había muerto de miedo en el Madrid rojo. "El día 21 de julio estuve a punto de ser fusilado. Eran las cuatro de la tarde cuando oí gritos y blasfemias y empezaron a golpear la puerta con las culatas. Di orden al ama que abriera y entraron ocho facinerosos que me apuntaron", escribe a su hermano, en una carta incluida en el volumen presentado ayer.
Madrid, de corte a checa fue la obra cumbre de un autor que una tarde de 1933 se despidió de sus coqueteos con literatos que exploraban formas nuevas (García Lorca, Alberti...) y abrazó decididamente el credo que le acercaba a un mundo perdido. "José Antonio mejoró mi espíritu. Lo maduró y me salvó del peligro de las tertulias derrotistas y sovietizantes", afirmó. Foxá, recuerda Luis Alberto de Cuenca, que prologó una antología de poemas en 2005 para Renacimiento, echaba de menos el aroma del antiguo régimen: "Pensaba que la Revolución Francesa lo había echado todo a perder, era un reaccionario en el sentido clásico".

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