lunes, 22 de agosto de 2011

La "Kultura" de los "luchadores por la libertad"

El triste legado del gobierno actual del PSOE, aparte de una catastrofe social traducida en 5 millones de parados y España a la cola de los paises desarrollados en cuanto a productividad, educación, etc. Será la resurrección del enfrentamiento entre los españoles. Una pesadilla felizmente superada durante la Transición, regresa de la mano de Zapatero y Rubalcaba, al fin han conseguido que esos odios rebroten no sólo en el mundo de la historiográfia, la cultura o el periodismo, ya se han dado episodios de enfrentamientos físicos, hay están los sucesos de Poyales del Hoyo, y las recientes agresiones a menores y monjas en la Puerta del Sol.
Esos autotitulados defensores de la libertad y la democracia, han dado una nueva muestra de su fanatismo intolerante y totalitario, atacando fisicamente a jóvenes nacionales y extranjeros por el mero hecho de participar en un acto cristiano.
Y todo ello ante la pasividad, si no es que algo más, del gobierno socialista.
Reproducimos la crónica de los hechos acaecidos en la Puerta del Sol durante la JMJ, narrados de primera mano por el periodista de El Mundo, Fernando Lázaro.

Fernando Lázaro (El Mundo)

Cuando tengo que ocuparme de informar sobre manifestaciones acudo con

mucha antelación para empaparme del ambiente. El miércoles no fue una

excepción. Cogí el Metro. Y vi un Metro tomado por jóvenes, muy jóvenes. Y

vi un ambiente festivo, desde Cibeles hasta Sol. Madrid era peregrino y

multicolor. Pasé por el Kilómetro 0 y vi una plaza repleta de

peregrinos-turistas. Y me acerqué hasta Tirso de Molina, lugar de donde

arrancaba la manifestación laica, anti Papa y, por lo que se vio, anti

peregrinos.



Inicialmente el despliegue policial era discreto, quizá demasiado. Apenas

una veintena de agentes de las Unidades de Intervención Policial acompañaba

a la cabecera de la manifestación. Y, como era de esperar, el punto caliente

fue Sol, con la llegada de los manifestantes al cruce con la calle Carretas.

La Policía había abierto un pasillo de anchura suficiente para que la

manifestación atravesara la zona. Fue allí donde los más radicales de la

manifestación y los peregrinos cruzaron gritos: El «pederastas», «nazis» e

«hijos de puta» era contestado por los pocos jóvenes que había en la zona

con gritos a favor del Papa. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.



La Policía puso un leve cordón de separación en esa esquina, pero poco

más. Y los manifestantes iban ganando metros. Su intención era clara. Los

más radicales querían tomar la plaza. «Esta es nuestra plaza» y gritos de

«fuera, fuera; menos rezar y más follar». El tono fue adquiriendo un aire

amenazador tremendo. Las caras de los radicales estaban completamente

desencajadas, fuera de sí. Había a quien la vena del cuello ya no se le

podía agrandar más. Llevo más de 20 años haciendo información sobre

seguridad y terrorismo, pero hacía muchos años que no veía tanta inyección

de sangre en ojos de manifestantes. No eran todos, ni mucho menos, pero

algunos daban miedo. Muchos estaban fuera de sí. «Os vamos a quemar como en

el 36», gritaban a los jóvenes de la JMJ. Que nadie me lo cuenta, que yo

estaba allí.



En el esquinazo de la polémica no había más de un centenar de peregrinos.

No era para nada una contramanifestación. No ocupaban la zona por la que

tenía que atravesar la marcha laica. Esos peregrinos eran extranjeros. Allí

había italianos, belgas, australianos, franceses, italianos, egipcios. Y

algún español, sobre todo voluntarios. La media de edad, menos de 18 años.

Que nadie me lo cuenta, que estaba allí y lo vi en primera persona.



El Ministerio del Interior ya estaba avisado de que era una zona de

riesgo, que no era recomendable autorizar esa marcha y menos por ese

recorrido. Los informes apuntaban a que podía haber una importante

infiltración de radicales en la manifestación de laicos.



Porque, eso sí, el grupo de radicales, violentos, que se comportaron como

energúmenos, no superaría el millar en una marcha que congregó a varios

miles de asistentes. La visceralidad de los ataques de esos radicales fue

intensa. Poco a poco fueron tomando la Puerta del Sol. Bordearon el cordón

policial por derecha y por izquierda. La siguiente maniobra, ante la inicial

pasividad de los agentes, fue rodear a los pequeños grupos de peregrinos y,

mediante empujones, gritos, insultos y patadas, sacarlos de la plaza.

También tuve que sufrir esos empujones y patadas. Peregrinos, periodistas.

qué más les daba, la plaza tenía que ser suya. Sobrábamos los demás. Que

nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.



Primero actuaron contra un grupo de apenas media docena de australianos.

Después les llegó la hora a los franceses. Los italianos no se quedaron al

margen. A los egipcios también les tocó.



Algunos peregrinos, veteranos, hacían frente a los insultos de los

autodefinidos como indignados, que buscaban el cuerpo a cuerpo. Y así, al

grito de «ésta es nuestra plaza», los radicales que participaron en la

manifestación ocuparon de nuevo la Puerta del Sol. Durante estas maniobras

de desalojo de peregrinos la pasividad policial fue total. No pude evitarlo.

Ya al cuarto incidente de acoso, hostigamiento y empujones contra peregrinos

me acerqué a los policías, que permanecían en los alrededores del edificio

de la Comunidad de Madrid, para advertir de que la situación estaba tomando

un sesgo extremadamente peligroso. Silencio. Que nadie me lo cuenta, que yo

estaba allí.



Una vez expulsados de la plaza, los radicales dirigieron sus esfuerzos a

controlar el Metro. Por allí salían decenas de jóvenes peregrinos que se

dirigían a cenar. No menos de 500 personas se concentraron en la puerta del

suburbano. Allí se montó la mundial. Este grupo, de nuevo incontrolado,

comenzó a arremeter contra todos los peregrinos. Insultos, coacciones (ya

sabéis, eso de gritarte a la cara a menos de 15 centímetros), escupitajos.

La escena era tremenda. Auténticos cafres lanzando gritos y amenazas a los

jóvenes (por cierto, la mayoría mujeres) que salían del Metro.



Vi mucho pánico en los ojos de los peregrinos y vi a muchas, digo bien, a

muchas que al ver el espectáculo rompieron a llorar de puro miedo. Aún tardó

la Policía en llegar a la zona. Abrió un pasillo para que los peregrinos

salieran de Sol. Los radicales eran los dueños del Kilómetro 0. Se

envalentonaron más y arremetieron contra la Policía. Y un radical con

numerosos antecedentes dio el pistoletazo de salida a los incidentes.



Una botella contra los agentes y la Policía cargó. Antes, las mochilas

naranjas, los crucifijos y hasta los alzacuellos eran una «provocación» para

esos radicales. «Es que nos están provocando», «es que están rezando», se

justificaba uno de los empujadores profesionales. Y se me ocurrió preguntar

por qué les provocaban. «Porque están aquí, porque existen, porque les vamos

a prender fuego otra vez, como en el 36». Madrid era hasta ahora una ciudad

donde cabían todos los pensamientos. En Sol, eso se acabó.



1 comentario:

  1. Estos son los que se autodenominan demócratas y, si no piensas como ellos, eres, como mínimo, un facha. Lo primero que tenían que aprender es respeto, pero probablemente ignoran la existencia de dicha palabra, así como de otras similares. Son seres que se sienten desgraciados ante la felicidad de los demás y destilan odio por todos sus poros.

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