viernes, 17 de febrero de 2012

Cunqueiro, no niño novo do vento, por Javier Compás.

Lar Gallego (Puerta Osario)

Cunqueiro, no niño novo do vento


Javier Compás Actualizado 17/02/2012 14:53

Quince comensales disfrutaron de los sabores y de la cultura gallega.

Las meigas o quizás el mismísimo Merlín, hechizaron la noche donde la palabra su unió al ribeiro y al ‘lacón con grelos', el de Mondoñedo andaba por allí.

La mesa justa para quince comensales conjurados a pasar una grata velada de gastronomía y literatura. La cita la organizó la Asociación Cultural Ademán, empeñada en mover el cotarro literario sevillano a base de actos cultos y de encuentros abiertos, ya sea para hablar de cómo Miguel Hernández paseó por los jardines del Alcázar con Romero Murube, para emocionar con las palabras de Luis Cernuda y Lorca -tan amigos-, o para, a la intemperie, bajo los luceros del grato otoño hispalense, hablar del cachondo de Foxá.
La biblioteca del Lar Gallego (Gonzalo Bilbao, 20) fue el marco idóneo. Álvaro Cunqueiro, periodista, poeta, novelista, dramaturgo y gastrónomo, de imaginación derramada, el que dijo, por boca de su joven Ulises: "Amarras a dos troncos de encina clavados en el lodo de la ribera, desembarcas y sigues al jinete. Te espera el rey, el rey Argantonio. Está sentado bajo un olivo, por todo vestido un pañuelo blanco tapándole el ombligo"; estás en Tartesos, allí te inventa Cunqueiro, y en Itaca y en Bretaña, mientras aspira el aroma de unas manzanas rojas de Mondoñedo.
Y escuchamos, con un deje de emoción en la voz, relatar al poeta Antonio Rivero el cuento de Tristán, y contar a Aquilino Duque como nunca comió en casa de Cunqueiro, que le invitó dos veces, y llegan las palabras del escritor Fernando Iwasaki virtualmente, y suena que Cunqueiro es el Borges español.
Allí estaban también los gastrónomos, nuestros colaboradores en Tapas y Viajes, Enrique Becerra y Fernando Huidobro, y el escritor y genealogista Fernando de Artacho, que nos podría contar los ancestros del apellido cunqueriano.
Y la prensa, que para eso fue el homenajeado director del Faro de Vigo, Correal, León. En fin, gente libre, gente con ganas de buena charla, buena compañía, buen vino y buena comida, y vaya si hubo de todo eso y más.
Magnífica empanada gallega, de suave hojaldre y jugoso interior, y buen pulpo a feira, blando, bien aliñado. Pero ¿y los berberechos? ¿y los mejillones?, como venía el sabor a mar en esas conchas, como se metían las rías bajas por la boca.
El plato fuerte el lacón con grelos y, de postre, la tarta del Apóstol, el patrón de España, la tarta de Santiago, para rematar un menú gallego que hizo honor a su paisano escritor.
Para acompañar el trasiego de viandas vinos de Ribeiro, de la misma bodega que el mismo Cunqueiro publicitó en los setenta, un blanco de Treixadura, Loureiro y Albariño de altura, Viña Costeira, fresco, untuoso, glorioso con las letras y con los platos. Y también un, inusual por estos pagos, tinto de Ribeiro, un vino de la tierra, medieval y tosco, pero, que diablos, adecuado para la magia celta del momento, Alén da Historia se llama el vino de tintas como la Caiño Tinto, Brancellao, Mencía y otras autóctonas de la zona.
Mientras el aguardiente de la queimada ardía, las notas de la gaita llenaron el ambiente con sones evocadores, por allí pasó, como la Santa Compaña, el espíritu de Néstor Luján, orondo y azul, que le prologó Las Crónicas del sochantre y seleccionó sus artículos para Fábulas y leyendas de la mar.

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