domingo, 16 de febrero de 2014

Memoria histórica: "Bajo un manto de estrellas" La película

“Bajo un manto de estrellas”: una historia de amor

El guión se basa en la causa de beatificación y en un diario escrito por un superviviente

Dominicos, 16 de febrero de 2014 a las 08:06

El martirio nos hace libres, libres frente al poder, al mundo, a las presiones para renegar de nuestra fe, libres para sacrificar nuestra propia vida y ser asociados totalmente al sacrificio de Cristo en la Cruz
Bajo un manto de estrellas/>

Bajo un manto de estrellas

  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
  • Bajo un manto de estrellas
Las puertas del cine Palafox de Madrid se abrieron el pasado jueves 13 de febrero para acoger a los 250 invitados al preestreno de la película del director Óscar Parra de Carrizosa, "Bajo un manto de estrellas" que relata la historia de amor y perdón de una comunidad de frailes dominicos martirizados en Almagro en 1936.
Después de haber podido ver algunos adelantos de la película en fotografías, vídeos, entrevistas al director y actores, los asistentes al preestreno estaban expectantes. Los actores era la primera vez que veían la película completa después del rodaje y querían ver el resultado de un duro trabajo. Y los demás invitados ya tenían ganas de conocer la historia de esos frailes dominicos de Almagro que, junto con otros muchos frailes, hermanas y laicos dominicos y miles de religiosos, sacerdotes y laicos católicos, fueron martirizados en el siglo XX en España.
El director presentó la película agradeciendo la ayuda de Gema G. Regal, coguionista; de los asesores históricos/religiosos P. Jorge López Teulón (uno de los mayores especialistas en la persecución religiosa del siglo XX España) y fr. José Antonio Martínez Puche (que cuidó hasta el detalle el lenguaje, la música, la liturgia, las costumbres de los dominicos en ese tiempo); a los dominicos, en especial fr. Baldomero, por facilitar el rodaje en el convento de Almagro; y por supuesto los actores que han formado parte de la producción, y todo el equipo que la ha hecho posible.
La película, con palabras de fr. José Antonio Martínez Puche: «ofrece una historia de amor, a Dios y a los hombres.... Una historia de amor, que condujo a la comunidad de dominicos de Almagro a una pasión de vejaciones, violencia, sufrimientos físicos y espirituales, hasta el signo de amor más grande: derramar su sangre y dar su vida por Cristo, perdonando a sus verdugos».


El guión ha sido preparado por el mismo director Óscar Parra y su novia Gema Regal, basándose en la causa de beatificación de los mártires, una obra de fr. Luis Alonso Getino sobre los Mártires dominicos, y un diario escrito por un superviviente, un niño de 11 años que estuvo retenido junto con los frailes y que iba anotando lo que sucedía cada día, con la inocencia propia de su edad, carente de cualquier matiz político, impresionado por la actitud de los frailes ante la cercanía de su muerte.
La película se centra, precisamente, en la vivencia de cada uno de los dominicos durante esos días. No eran héroes, tenían sus miedos, dudas, lloraban, pero tenían muy claro que nadie les iba a hacer renegar de su fe en Cristo, por quien habían dejado todo para servirle a Él y a los hombres. Perdonando siempre, sin comprender esa violencia cuando no habían hecho nada malo, sin rencor alguno hacia sus verdugos. De hecho los frailes en todo momento se dirigen a los milicianos por sus nombres, incluso con sus motes, como habían hecho siempre pues se trataba de gente del pueblo, sus vecinos, a quienes conocían perfectamente. De ahí la extrañeza de un fraile cuando El Jaro (interpretado por Pablo Vega), a cuya familia había ayudado tantas veces la comunidad, se muestra dispuesto a participar en la matanza: "Pero Jaro, ¿tú también vas a venir a matarnos?" le dice, con tristeza uno de los dominicos.

Los milicianos y el alcalde se muestran confusos, con sus propias luchas interiores, con distintos perfiles: el que se lava las manos, sin importarle lo que les suceda a los frailes; el manipulador, que actúa manejando a los demás para conseguir lo que quiere, pero dejando a los otros el "trabajo sucio"; el analfabeto, el ignorante que se siente poderoso con un arma en la mano; el que se siente obligado a demostrar que está del lado de los milicianos para defender a su familia; y el que se niega a ejercer la violencia sobre los religiosos, pues ninguna revolución puede construirse sobre la sangre de inocentes.
Uno de los momentos de mayor intensidad se desarrolla en la habitación en la que estuvieron detenidos durante varios días: por la noche, la comunidad en torno a la luz de unas velas, en que los jóvenes frailes confiesan que, aunque tienen el apoyo de la fe, están asustados, no entienden por qué les quieren matar... En ese instante, el Maestro de Estudiantes, en una gran interpretación de Sergio Raboso, les habla del sentido del martirio e intenta tranquilizarlos: "El martirio es el sacrificio supremo del amor que el mismo Señor consumó en la Cruz... El martirio nos hace libres, libres frente al poder, al mundo, a las presiones para renegar de nuestra fe, libres para sacrificar nuestra propia vida y ser asociados totalmente al sacrificio de Cristo en la Cruz".
La película está plagada de escenas cargadas de una gran emotividad: la comunión de los frailes, uno a uno, conscientes que iba a ser la última vez que tomasen el cuerpo de Cristo; la Salve, tras recibir una paliza, cantada con más intensidad y fuerza que nunca; las dos "procesiones", saliendo del convento hacia su cautiverio, y la última, camino del martirio...
El dramatismo de la escena final hizo que el silencio reinara en la sala durante unos minutos, retrasando los aplausos que merecían el director, actores y todo el equipo, que acabaron sonando con fuerza una vez que se encendieron las luces de la sala. Todos los que habían hecho posible la película se pusieron en pie recibiendo una ovación durante unos minutos.
Tras la película, tuvimos la oportunidad de conversar con los actores de la película, quienes coincidían en expresar su gratitud al director Óscar, y a todo el equipo, con quienes se ha creado una gran amistad, y lo que les había supuesto esta película en su crecimiento profesional, humano y espiritual. Algunos reconocían que les había impresionado el rodar la película en el mismo lugar en el que se desarrollaron los acontecimientos, muy cerca de la sepultura de los frailes.


Hay que reconocer y agradecer la valentía de Óscar Parra de Carrizosa al afrontar la aventura del rodaje de una película religiosa, de un tema tan delicado como es el de los mártires del siglo XX en España, que él ha sido capaz de relatar de manera muy correcta. El mayor regalo para Óscar, como él mismo reconocía, es que la película ayude a orar, a aumentar la fe y a transmitirla a los demás.
Desde ayer, 14 de febrero, se proyecta en una treintena de salas de cine de toda España, a las que se irán sumando alguna más a lo largo de los próximos días.

Más información:

Especial sobre la película en Dominicos.org : http://www.dominicos.org/grandes-figuras/martires/almagro-bajo-un-manto-de-estrellas
Página oficial de la película: http://bajounmantodeestrellas.com/
Bajo un manto de estrellas. Película, historia y holocausto de los mártires dominicos de Almagro (1936), libro preparado por fr. José Antonio Martínez Puche y editado por Edibesa. http://www.edibesa.com/ficha/?i=1834

lunes, 10 de febrero de 2014

Vuelven los falangistas

José Carlos Mainer reescribe "Falange y literatura"

 Por Peio H. Riaño

El servicio de propaganda de Stalin tuvo a sus ingenieros del alma como Máximo Gorki para que contaran la canalización del país; España también tuvo cantarines del dogma que crearon una imagen del pasado a su medida, entre 1920 y 1956. La lista de autores que destacaron la frustración de las ambiciones colonialistas nacionales y el desarrollo del antisemitismo es larga y áspera. Ahí están Álvaro Cunqueiro, Agustín de Foxá, Ernesto Giménez Caballero, Eugenio d’Ors, Dionisio Ridruejo, Gonzalo Torrente Ballester, Rafael Sánchez Mazas o Víctor de la Serna, de un total de 25 escritores que dedicaron su creación al fascismo de entretenimiento: “Frente al homo oeconomicus del marxismo, nosotros afirmamos que el hombre vive de todo menos de pan… A las masas, como a las mujeres, hay que ofrecerles fiestas, guerras, pasiones, botines, torbellinos, indecibles embriagueces”, escribió Giménez Caballero en Los secretos de la Falange.

Son los elegidos por José-Carlos Mainer, catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza e historiador de la literatura, que en 1971, con valentía, publicó Falange y literatura y ahora, más de 40 años después, reescribe por encargo de la editorial RBA. La nueva redacción ha hecho de la idea original un nuevo libro, mucho más extenso, “más maduro y matizado”, porque no ha dejado ni una línea sin ampliar.
Cuatro décadas más tarde Mainer se reconoce como otra persona, aunque siga pensando lo mismo y señalando a los mismos. Reconoce que era difícil que el libro perdiera su “impertinencia autosuficiente”, pero ha tratado de corregir “la mezcla indigesta de la benevolencia con respecto al falangismo, en nombre de la buena fe de algunos falangistas y de un análisis demasiado convencional de los intereses de los otros vencedores de la Guerra Civil”.
 

Matizando la historia

El libro de 1971, además de corregir la disculpa a los falangistas, ha rebajado los términos que usaba en materia virulenta. “No pienso de manera distinta de la de entonces, pero cada línea ha dado para tres o cuatro nuevas líneas más. He modificado adjetivos, valoraciones, y han crecido las conjunciones adversativas “sin embargo” y “pero”. Es posible que antes el libro fuera impertinente y serio, yo ahora soy más sardónico”, reconoce el autor en un encuentro con periodistas.

En el caso español, el fascismo cultural tuvo una línea política identificable aunque de escasa consistencia y discutible unidad. “Logró ambas a favor de la guerra civil y de la incorporación del fascismo como un referente simbólico fundamental de la dictadura de Franco y compartió con el integrismo católico una cómoda hegemonía hasta 1945”. Sin embargo, con la caída del Eje, explica el autor que sólo perduró como “culto subalterno y como una nutrida nómina de beneficiarios de la frondosa administración del Estado, de las mutualidades y de los sindicatos verticales, todo aquello que adoptó pronto el vago nombre de Movimiento Nacional”.

La segunda oportunidad, en democracia ya,  de Falange y literatura, descubre un libro de análisis literario, de historia de las ideas y, por qué no, de examen psicológico. Con hallazgos que con los años, y la desaparición de las obras referidas, se toca el cielo de la vergüenza ajena, como en el caso de Felipe Ximénez de Sandoval (1903-1978), que es autor de Camisa azul (1940), novela de la que extractamos este cantar: “Joaquín, el enlace del capitán, el de la barba rizada y blonda que envidio Víctor, se acerca a la chabola. Su cantar es siempre el mismo, y de día y de noche lo lleva y lo trae en sus labios. Indudablemente es el aire que respira: Con la camisa azul y postinera,/ con el yugo y las flechas por blasón,/ en el cinto una repleta cartuchera,/ sobre el hombro un flamante mosquetón”.

Reescribir el pasado

A Mainer no le gusta emplear la expresión memoria histórica, pero reconoce que esta antología puede contribuir a ella porque es un libro de historia. “Aceptaré en este sentido que es un libro de memoria histórica”. Como historiador sabe que conquistar el poder político no es dominar el presente de un pueblo, también es conquistar su pasado. “El fascismo quiso siempre venir de muy atrás, de las profundidades del espíritu de las naciones donde se hallaban los yacimientos de su autenticidad. Su nacionalismo tuvo siempre una naturaleza fundamentalista e imperativa”, escribe sobre la apropiación del pasado para construir un nuevo porvenir.

Nadie se llevó a engaños en 1971 y nadie lo hará en 2013: el libro es un análisis del falangismo hecho desde la izquierda para desvelar que aquellos escritores no eran de segundo orden. Mainer rescata de todos ellos el gusto literario de Dionisio Ridruejo y de Sánchez Mazas. El miembro fundador de la falange e inventor del “¡Arriba España!”, y padre de Chicho y Rafael Sánchez Ferlosio, escribió la novela póstuma Rosa Krüger, de la que Mainer recuerda que es un libro que “nos fascinó a todos”, pero no cabe duda de que “es un libro absolutamente fascista”.

De Ernesto Jiménez Caballero no tiene más que una muy mala opinión. Dice de él que siempre tendió al desvarío y que fue el inventor del fascismo español. Tampoco acepta el historiador de la literatura a aquellos escritores que han tratado de borrar sus propias huellas, dice. “No acepto que Gonzalo Torrente Ballester tratara de hacer ver que Javier Mariño no es una novela fascista. ¡Si no hay una novela fascista en la historia de la literatura española más que La fiel infantería y Javier Mariño!”.
 

Mainer afirma que los perdedores de la guerra ganaron la batalla de la cultura. “La cultura que se presenta como franquista careció de respetabilidad. Tuvieron estos escritores un estigma posterior al franquismo propio de quienes cometieron errores vitales y, a pesar de lo cual, tuvieron a mediados de los setenta un cierto renacer. Cela no es un escritor falangista, pero es un escritor del régimen, no nos engañemos”.

¿Sobre qué escribiría hoy un autor de 25 años que quisiera revisar la escena literaria? El hsitoriador piensa, asegura que él ya no tiene edad pero esboza una sugerente idea: “Una mirada sobre los años setenta y ochenta de la Transición. A lo mejor escribiría sobre ello, porque es la distancia cronológica que a mí me separaba cuando escribí el libro del falangismo”.


Publicado en:

 http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-10-09/vuelven-los-falangistas_39292/

Ganaron la guerra, perdieron la historia de literatura

Falange y literatura  

por  Juan Bonilla


Rafael Sánchez Mazas lee 'Rosa Kruger' a los refugiados de la Embajada chilena, en 1936.


Finales de los 20, comienzos de los 30. En España nace una nueva fuerza política: la juventud. Se claman cosas como: un joven puede ser comunista o fascista, lo que no puede es servir a la clase media. Se escriben frases del tipo: la juventud española ha de saludar a la República, sin duda, para enseguida ponerse a la tarea de conquistarla, para hacerla viril, joven, violenta. En unos años, unos se pegarán con los otros, pero de momento, ahí están, en La Gaceta Literaria de Giménez Caballero, el comunista César Arconada y el fascista Ledesma Ramos. Giménez Caballero es el vanguardista 24 horas al día que va a Roma y se cae del caballo veloz de las vanguardias y se enamora de las camisas negras de Mussolini y de la nueva arquitectura fascista (Terragni había conseguido una obra maestra con la Casa del Fascio). De repente, su producción enérgica de los 20, llena de disparate y velocidad, con títulos como  Hércules jugando a los dados y Yo, inspector de alcantarillas, se vuelve dramáticamente pomposa. Primero le dedica un libro a Azaña, proponiéndole que sea nuestro duce. No hay quien se lo crea. Luego estruja sus convicciones en Genio de España. También escribe una estética fascista titulada Arte y Estado y busca correspondencias españolas con la Italia que tando admira: ellos tienen a Croce, nosotros a Unamuno, ellos a Marinetti, nosotros a Gómez de la Serna; ellos a Papini, nosotros a Baroja... y así. En las calles ya no son tan amigos. Alberti entraba en La Gaceta Literaria y, para cachondearse de Giménez Caballero, le saludaba a la romana. Santa Marina iba a rendir homenaje al rojo Alejandro Casona por el éxito de su Nuestra Natacha. Pablo Neruda firmaba en el banquete que se le ofrecía a Foxá por la publicación de El toro, la muerte y el agua. Poco después, se acabaron las gracietas y los compadreos.

Todo aquel ambiente previo a la Guerra Civil está muy bien definido en Las armas y las letras, el imprescindible libro de Andrés Trapiello, que crece en cada nueva edición y cuyo tema es precisamente qué hicieron todos los actores de nuestra vida cultural durante la guerra civil, lo que lleva inevitablemente al autor a dedicar unas cuantas líneas a contar qué hacían antes del estallido de la guerra y en qué posición quedaron cuando la guerra acabó. Por supuesto en ese libro abundan los falangistas. Para José Antonio, como se sabe, la literatura era un hobby: escribió sonetos y una novela adolescente que lo acompañó a la cárcel y acabó en manos de Indalecio Prieto. Le gustaba rodearse de escritores, regentó una tertulia en La Ballena Alegre.
 Quiere la leyenda que Falange se quisiera un movimiento poético, muy al modo futurista de Marinetti, que llegó a fundar el Partido Futurista, que luego acabó zambullido en el partido fascista de Mussolini. Poetas había, sin duda, pero no tenían nada de vanguardistas. El más vanguardista de los brotes del fascismo en España fue Giménez Caballero, que le tenía una antipatía natural a José Antonio y no tragaba apenas al lugarteniente de éste, Rafael Sánchez Mazas. Tanto Mazas como Foxá eran más escritores de la nostalgia burguesa y, aunque el primero escribió un libro incendiario titulado España-Vaticano en el que venía a decir que la mejor manera de no dejar que el Vaticano le dictase nada a España era conseguir que España se lo dictase todo al Vaticano, no parece que, literariamente, en lo que escribían, calase mucho las convicciones vanguardistas de la primera hora de Falange. Esas convicciones sí que resplandecen aún en la última  novela vanguardista de aquella hora: Hermes en la vía pública, del excelente Antonio de Obregón, autor además de otra exquisitez titulada Efectos navales y de un buenísimo libro ultraísta titulado El campo. La ciudad. El cielo.

Una cosa diferencia, literariamente, a falangismo y comunismo: el comunismo podía inyectarse en los poemas, hacer de ellos una vía (libros de Alberti, de Plá Beltrán); el falangismo, raramente (sólo tenemos los patéticos Poemas de la Falange eterna de Federico de Urrutia, otros libros de autores falangistas no son libros falangistas, así los de Dionisio Ridruejo o Vivanco o de Luis Rosales, quizá sólo cabría que mencionar Altura, de José María Castroviejo). ¿Hubo pues una literatura falangista? Sin duda, la hubo, una de sus muestras más altas es Javier Mariño de Torrente Ballester, que fue repudiada por la Iglesia y las autoridades franquistas, cuando el falangismo fue desviado de intenciones revolucionarias para convertirse en mero espejismo utilizado por el franquismo. En Javier Mariño, Torrente se las arregla para retratar el nacimiento de una fe. Otras obras narrativas, de mucha menor importancia y potencia, pueden ser la novela  lírica de García Serrano Eugenio o la proclamación de la primavera (título que homenajea por cierto al de un comunista como Sénder, que escribió años antes Proclamación de la sonrisa), Leoncio Pancorbo de José María Alfaro y Camisa azul del ex vanguardista Ximénez Sandoval.

Otros camisas azules supieron refugiarse en otras vías, nostalgias como Sánchez Mazas o Foxá, o fantasías como Cunqueiro y Angel María Pascual. Giménez Caballero, ambicioso como él solo, disparató todavía más que en sus años de vanguardia: lo acabaron mandando de embajador a Paraguay. Pero si hay un libro donde mejor se expresa todo ese "pensamiento fascista" que caló tanto en un sector de la juventud intelectual de los años 30, ese libro es, como bien apunta José Carlos Mainer, Vida de Sócrates de Antonio Tovar.

El libro de Mainer, Falange y Literatura, se publicó en 1971. Abrió caminos y deparó dos grandes estudios: La corte literaria de José Antonio de Mónica y Pablo Carbajosa y Vanguardistas de camisa azul de Mitchit Albert. Ahora RBA lo reedita, o mejor dicho, edita una reelaboración de aquel ensayo seguido de una antología de textos literarios falangistas. Curiosamente en la edición original, el estudio era un andamio, resultaba más importante la antología que le seguía: ahora sucede al contrario, el estudio es magistral, está lleno de detalle y economía, la antología es casi un apéndice, una ilustración parasitaria del gran ensayo que las precede.
Constelación de Giménez Caballero.


Estudia Mainer las raíces orteguianas de la ideología falangista, el modo en que esa ideología juvenil y revolucionaria acabó desactivándose cuando los jóvenes -alguno no era tan joven al comenzar toda esta danza- dejaron de serlo y se ganó la guerra. Se detiene en una figura tan compleja e interesante como la de Dionisio Ridruejo, decepcionado enseguida de volver de Rusia, capaz de escribirle una carta a Franco diciéndole cómo se estaban traicionando los principios revolucionarios. Está, en fin, lleno de pistas y sabiduría, además de estar escrito con excelente prosa: un ejemplo de maestría crítica. Mainer publicó su Falange y Literatura con 25 años.

Ahora, 42 años después, aquel mítico tomo de cubierta azul mahón que salía en una España en la que los intelectuales miraban con mucha suspicacia cualquier intento de regalarle atención a los escritores falangistas, se ha convertido en un tocho que importa no sólo porque  importa, sino también porque generó algunos rescates inapelables, como el de Sánchez Mazas, autor de una de las mejores novelas de su época, Rosa Krüger. El editor de esa novela fue Andrés Trapiello que, memorablemente, sentenció acerca de algunos de los protagonistas del libro de Mainer, que "ganaron la guerra pero perdieron la Historia de la Literatura".

Publicada en :

 http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/bibliotecaenllamas/2013/10/31/falange-y-literatura.html

Falange y literatura

José Carlos Mainer
RBA. Barcelona, 2013. 528 páginas, 23 euros
RAFAEL NUÑEZ FLORENCIO | 15/11/2013 |

Dionisio Ridruejo y Pedro laín Entralgo

José Carlos Mainer
La primera edición de Falange y Literatura apareció en 1971, en la extinta editorial Labor y en una colección literaria que dirigía Francisco Rico. Aun tratándose básicamente de una antología, con un esclarecedor estudio preliminar, tuvo un gran impacto en su momento y durante muchos años constituyó una referencia insoslayable no sólo para los estudiosos de la literatura española entre los años veinte y el decenio de los sesenta, grosso modo, sino para todos los que se interesaban por la cultura, la ideología y hasta por la política del primer franquismo. Su autor era entonces un joven y poco conocido profesor de Literatura que, con el tiempo, se iba a convertir en una autoridad en la historia literaria de España de los dos últimos siglos, José-Carlos Mainer (Zaragoza, 1944).

Responsable, en efecto, de una de las más sólidas y extensas producciones bibliográficas sobre las letras hispanas recientes, Mainer ha sabido combinar en sus trabajos una erudición impresionante con una gran capacidad divulgadora, del mismo modo que sus análisis literarios, lejos de limitarse a los aspectos técnicos o formales de las obras, siempre han dibujado con precisión el contexto social y político en el que se mueven sus autores.

De todo ello es buena muestra este libro, una engañosa segunda edición que no puede ser más oportuna. Decimos engañosa porque este volumen, tanto en su amplia (casi 200 páginas) y espléndida introducción como en su contenido, es más un ejemplar de nuevo cuño que una mera adaptación del que vio la luz hace más de cuarenta años. El mismo autor reconoce en una nota preliminar que la nueva redacción es mucho más extensa y que “no ha dejado línea sin ampliación ni dogmatismo sin atenuante”. El esquema, eso sí, sigue siendo el mismo: un cuidadoso análisis previo y una certera selección de textos. La alusión que hemos hecho a su oportunidad no necesita glosa alguna, pues se comprenderá que el tomo primigenio era prácticamente inencontrable, más allá de algunas bibliotecas y librerías de viejo.

Pero es que además, como bien puede barruntarse, la bibliografía sobre el tema en estas últimas cuatro décadas ha sido copiosa (Carbajosa, Mechthild, Jordi Gracia, Martínez Cachero, Trapiello…) Mainer no sólo recoge en su documentado estudio preliminar esas aportaciones sino que hace una relación bibliográfica actualizada y comentada. Los ocho epígrafes que vertebran la antología propiamente dicha (desde 'los precursores' al 'humor y la fantasía', pasando por las 'memorias generacionales', la 'guerra y los héroes'” o los 'caminos para el arte') tienen a su vez, cada uno de ellos, unas breves páginas de presentación.

En consonancia con lo que antes se decía sobre el enfoque pluridisciplinar de Mainer, conviene también dejar claro que en estas densas páginas va a encontrar el lector mucho más de lo que dice el título. Aquí no solo aparecen la Falange y los falangistas sino otros muchos autores (conservadores, católicos, integristas, simples franquistas) que buscaron su lugar bajo el sol de un régimen autoritario y dogmático pero hasta cierto punto ecléctico. Por haber, hubo hasta quienes (Laín Entralgo) aspiraron a presentarse como herederos o continuadores de una tradición anterior (en particular el 98 y Ortega). Y tampoco se habla solo de literatura en sentido estricto, sino de empresas literarias y culturales, de diarios y revistas, de ensayo, filosofía y política. Dar cuenta de ese abigarrado panorama es imposible en esta breve nota. De la elitista Escuela Romana del Pirineo a la popular La Ametralladora, cupo casi de todo, como el belicismo exaltado de García Serrano o Ximénez de Sandoval, la alta cultura de Escorial, la brocha gorda de Tomás Borrás, las excentricidades de Giménez Caballero, el terror rojo según Foxá, la ambigüedad de Eugenio d'Ors o el refinamiento de Antonio Tovar, Luis Rosales o Luis Felipe Vivanco. 

Rafael Sánchez Mazas lee 'Rosa Kruger' a los refugiados de la Embajada chilena, en 1936.

  Se dieron también, naturalmente, trayectorias disímiles, desde los que tuvieron que acomodar su 'idealismo' fascista de primera hora a las exigencias del régimen hasta los que se pasaron a la oposición democrática o protagonizaron una aparatosa disidencia (Dionisio Ridruejo). De todo ello y de mucho más da cuenta Mainer en este volumen muy recomendable.