lunes, 28 de junio de 2010

La insobornable verdad (El País)


28 junio 2010
Gregorio Marañón

La verdad resulta, a veces, puñetera, pero es siempre insobornable, y reaparece, una y otra vez, entre el oleaje levantado por los mitos, las leyendas y las fábulas. Con esta convicción me animo a terciar en la polémica que ha suscitado el lúcido artículo de Joaquín Leguina, y al que, entre otros, ha respondido ese excelente escritor que es Javier Cercas, reiterando una tesis que defiende desde hace tiempo. No voy a referirme al indiscutible derecho que tenemos todos a enterrar a nuestros muertos, ni al deber, que ha de terminar de cumplirse íntegramente, de honrar y reparar jurídicamente a los perseguidos injustamente por la dictadura, ni a la mal llamada Ley de Memoria Histórica, que tantos atacan y defienden sin haber leído.

La razón por la que el debate abierto sobre nuestro reciente pasado suscita tanta pasión radica en lo que el propio Cercas define como "lo peligroso de este asunto". Con sus palabras, "no estamos hablando del pasado sino de la relación del presente con el pasado, es decir, del fundamento histórico de nuestro sistema democrático".

Partiendo de una idealización romántica de lo que fue la Segunda República, se pretende deslegitimar la Transición y articular un relato para enlazar el fundamento de nuestro actual sistema político con la República asaltada por la sublevación militar de 1936. La conclusión del argumento se apunta indisimuladamente: se le debe exigir a la derecha (y también parece ahora que a una parte de la izquierda) que lo acepte, y si, como resulta probable, no lo hace, que quede confinada, identificada con el franquismo, "en el ominoso rincón que le corresponde" (Cercas). No es difícil imaginar las consecuencias que tendría este arrinconamiento para nuestra convivencia política.

Sorprende ver quiénes son los que preconizan este planteamiento. No son los últimos supervivientes de la generación que padeció la tragedia de 1936, porque, como escribió Javier Pradera, fue "la generación más comprometida con la política de reconciliación nacional impulsora de la Transición a la democracia". Tampoco la generación de los hijos de quienes participaron en la guerra, a la que pertenecemos quienes desde nuestra comprometida oposición a la dictadura logramos en la Transición que por fin venciera la democracia, ciertamente con el concurso indispensable de otros que tenían un origen político distinto. Los que pretenden asentar el fundamento de nuestro sistema democrático en 1936 pertenecen, en general, a la generación de nuestros hijos, que significativamente prefieren identificarse como "nietos de la guerra" que como "hijos de la Transición". No se pudieron oponer a la dictadura por razones de edad, y en algún caso parece como si quisieran ahora lancear al régimen muerto para adquirir unos méritos que nadie puede pedirles. Quienes crean en una historia generacional, podrían sostener que este impulso de búsqueda de la legitimidad de 1936 terminará con la siguiente generación, y que serán, por tanto, los "nietos de la Transición" quienes reivindiquen la plena legitimidad histórica de 1978; mientras, solo cabría esperar que los "hijos de la Transición" no acaben freudianamente con la obra de sus padres para lograr su propia justificación generacional. Aunque pueda haber algo de cierto en esto, es evidente que la realidad no puede interpretarse en una clave tan simple. De ahí que convenga defender no solo lo que se hizo en 1978 sino, sobre todo, lo que tenemos, porque sabemos lo que ha costado, cuál es la realidad histórica que subyace en ese idílico pasado republicano y, lo que es más trascendente, lo que nos esperaría de prosperar la tesis deslegitimadora de la Transición.

Azaña, que tiene una indiscutible autoridad para juzgar la España de 1936, escribió: "¡Cómo se odiaban antes de la guerra los dos bandos españoles, cómo estarán los ánimos después de los horrores padecidos! Mientras vivan las actuales generaciones no podrán restaurarse las condiciones mínimas de convivencia social pacífica. El odio ha engendrado la venganza, que ha suscitado nuevos odios, y así hasta el exterminio. Todo el pueblo español está enfermo, y sus curadores actuales no saben otra receta que fusilarlo". Nuestra generación sintió desde su nacimiento, como tan certeramente apuntó Machado, que aquellas dos Españas helaban nuestros corazones, y se propuso lograr una España distinta en la que todos pudiéramos convivir en paz y libertad. De ahí la Transición, que no es, como se pretende, un pacto del olvido, sino un pacto hecho desde el recuerdo de aquella realidad. El 14 de abril, que nació tan esperanzadoramente, no precisó otra fecha del pasado para asentar su legitimidad. Tampoco lo precisa la democracia surgida de las Cortes Constituyentes de 1977, en un acto de pleno ejercicio de la soberanía popular.

Muñoz Molina hizo una reflexión complementaria de lo anterior: "Ni una sola de las libertades que afirmaba la Constitución de 1931 está ausente de la de 1978, del mismo modo que las valerosas iniciativas de justicia social, educación e igualdad de aquel régimen, por la enorme diferencia de los tiempos históricos, no pueden compararse con los progresos del Estado de bienestar que disfrutamos ahora", y añadía: "Defender la instrucción pública y no la ignorancia, el respeto a la ley..., el acuerdo cívico y el pluralismo democrático por encima de los lazos de la sangre o la tribu..., estos son mis ideales republicanos: espero que se me permita no incluir entre ellos la insensata voluntad de expulsar al adversario de la comunidad democrática. Ni el viejo y renovado hábito de repetir consignas en vez de manejar razones. La lealtad sentimental no debería cegarnos, precisamente porque entre los valores republicanos más altos está la primacía de la racionalidad sobre el delirio romántico".

Cuando Javier Cercas se refiere al asalto que en 1936 sufrió la legalidad republicana, no cita que también en 1934 la legalidad republicana fue quebrantada, aunque ciertamente las consecuencias fueran incomparables. Como fue quebrantada la convivencia republicana cuando algunos policías descontrolados asesinaron al líder de la oposición monárquica sin que el Gobierno lo condenara, y cuando ese mismo Gobierno renunció al monopolio de la violencia legítima, que corresponde al Estado de derecho, al distribuir las armas con las que se asesinaron a decenas de miles de ciudadanos. Al recordar estos hechos, que no se nos argumente con los horrores del franquismo a quienes siempre lo hemos condenado y combatido, pues la cuestión es otra: no se trata de dilucidar si unos fueron peores que otros, que lo fueron, sino si las raíces de nuestro sistema democrático se encuentran en la España de 1936, en la que el odio conducía al exterminio, o en la España de la Transición, que lleva más de 30 años conviviendo en paz y libertad. Y esta insobornable verdad, que bien percibe la inmensa mayoría de los españoles, debería llevarnos a responder, definitivamente, con firmeza, que la legitimidad de nuestra democracia se arraiga y se fundamenta históricamente en las Cortes Constituyentes que aprobaron la Constitución de 1978.

Cabe preguntarse, además, ante un presente tan adverso y encrespado, tan necesitado de nuevos consensos para afrontar la magnitud de algunos de los problemas que tenemos planteados en España, qué sentido tiene este viaje político a un pasado que aún divide emocionalmente a los españoles. Hace falta más sabiduría y coraje políticos para negociar y pactar que para intentar aniquilar, aunque solo sea políticamente, al adversario. Esa fue la clave de la grandeza, tan excepcional en nuestra historia contemporánea, de la Transición, de aquel momento fundacional de nuestro actual sistema democrático. Entonces, desde la superioridad moral de la libertad, se cumplió por fin el testamento de Azaña, pues se hizo la paz, hubo piedad y se perdonó.

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis es académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

jueves, 24 de junio de 2010

EN EL MISMO ESPACIO, EN OTROS TIEMPOS.


Es curioso como los bucles de la vida atan lazos en torno a hechos que les ocurrieron a diferentes personas en tiempos lejanos, en épocas distintas. Viene esto a cuento de la lectura de un artículo sobre la condesa alemana Mechthild Von Hese Podewils – Dürniz y su relación amorosa con el escritor falangista Dionisio Ridruejo.
Ambos se conocieron en la embajada española en Berlín, el poeta falangista estaba convaleciente de sus heridas en el frente ruso mientras combatía con la División Azul, ella, bella aristócrata de preciosos ojos azules, según nos confiesa el propio
Dionisio Ridruejo y Hexe en Sotogrande.

Ridruejo en sus “Cuadernos de Rusia”, también quedó prendada del español. Ridruejo, recuperado, volvió al frente, pero su delicada salud no le permitió seguir en el infierno blanco de Rusia durante mucho tiempo y fue repatriado a España.
Hexe, apodo infantil de la vida familiar de la condesa y como la nombraría Dionisio, consiguió venir a España como espía alemana gracias a su amistad con el almirante Canaris, que moriría después como uno de los implicados en la operación Walkiria, complot de oficiales alemanes para matar a Hitler.
Ridruejo, tras su vuelta del frente ruso, quedó absolutamente decepcionado con el giro que había tomado la política del gobierno de Franco, y así se lo hizo saber al Caudillo en un escrito que le costó el destierro de Madrid.
El poeta fue a parar a Ronda, la bella ciudad de la serranía malagueña, y allí vivió su amor con Hexe, entre las románticas paredes del hotel Reina Victoria.
Dicho hotel fue construido en 1906 y llama la atención por su estilo de arquitectura más propia del centro de Europa que del corazón de Andalucía, sus puntiagudos tejados de pizarra negra y sus contraventanas de madera pintadas de verde, nos evocan, junto con su bonita entrada de piedra, paisajes alpinos, o un pabellón de caza bavaro. Lo rodean preciosos jardines que acentúan el carácter romántico del sitio, así como un interior que, aunque remozado, guarda ese acogedor y, un tanto decadente, estilo campestre británico en muebles y tapicerías.
En ese mismo hotel se alojó Rainer María Rilke, el poeta que, aunque nacido en Praga, supone una de las cumbres de la poesía en lengua alemana. En Noviembre de 1912 inició un viaje por España, visitando Toledo, Córdoba, Sevilla, permaneciendo durante dos meses en Ronda, donde trabajó en la Sexta de las Elegías de Duino, una de sus obras maestras, que no completó hasta 1922.
La condesa Mechthild Von Hese Podewils – Dürniz, conoció, a través de Ridruejo, a todo su círculo de intelectuales y escritores falangistas, a Edgar Neville, Antonio Tovar, Pedro Laín

Monumento a Rilke en el Hotel Reina Victoria de Ronda.
Entralgo y a Gonzalo Torrente Ballester, con quien traduciría al español, y aquí aparece uno de esos bucles de la Historia a los que me refería al principio, la obra de Rainer María Rilke, escritos que el poeta escribió en el hotel de Ronda, donde su traductora vivió sus días románticos con el hombre de su vida, Dionisio Ridruejo.
Hexe falleció recientemente en su casa de Sotogrande, playa a la que acudía desde Ronda, a escasos ochenta kilómetros de allí, con Ridruejo, y donde regresó para vivir después de una intensa vida que la llevó por medio mundo, tras huir de España ayudada por Ramón Serrano Suñer a Colombia, y pasar por varios matrimonios.
Hace pocos años, sin conocer aún la historia de Hexe entonces, pasé unos días en Ronda, era otoño, se acercaba la Navidad, la encantadora ciudad malagueña estaba clara y fría, pero bella. Me alojé en el hotel Reina Victoria, en una pequeña pero muy acogedora habitación decorada en tonos burdeos y crema, con una antigua chimenea de cerámica blanca en un rincón que acentuaba increíblemente el aire romántico de la estancia.
En el frío serrano de finales de otoño, los agudos tejados negros del hotel y los salones de cálidas tapicerías y antiguos muebles me trasladaban a reposadas escenas de otra época, la calma, el silencio, los rincones de mullidos sillones orejeros, los grabados con imágenes de cacería, la escalera alfombrada con su pasamanos de barnizada madera, las paredes enteladas de floridos estampados, las lámparas de latón con sus pantallas de seda propiciando suaves luces indirectas.
Todo hace comprender que allí era posible ese imposible amor entre el castellano viejo, católico y caballero falangista y la dulce dama alemana, aristocrática y amante de la vida.
Y era posible que un poeta de la vieja Praga, anduviera por sus jardines inspirándose para sus mejores poesías y mirara, desde los ventanales de su habitación, las lomas cubiertas de olivos y viñedos que yo ahora contemplaba.
Desde mi habitación, tras los cristales de la vieja ventana de palilleria verde, miro, con infinita paz en el alma, los abetos, los pinos, los caminos de tierra bordeados de boj y las rosas, amarillas y rojas, del jardín.

Javier Compás

RUTAS PARISINAS DEL INSTITUTO CERVANTES


Juan Pedro Quiñonero.

ABC, 24-06-2010


El Instituto Cervantes ha tenido la excelente idea de crear unas Rutas Cervantes, con el fin de «recordar las huellas de las culturas de España y America latina en París». Al día de hoy, paradójicamente, están ausentes en tal proyecto todos los patriarcas de la cultura española que pasaron por París: Arozín, Baroja, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Salvador de Madariaga, José Bergamín, Max Aub, Eugenio d’Ors, Josep Pla, Mercè Rodoreda, entre un larguísmo etcétera.El Cervantes anuncia que algún día llegarán todas esas rutas, pero que no se podía arrancar con la huella de todo lo hispano, en un programa que está previsto ampliar a otras ciudades.
El proyecto anuncia el recuerdo inmediato o muy próximo de Gabriel García Márquez, Salvador Dalí, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Enrique Vila Matas, Balenciaga, Julio Cortazar, Octavio Paz, Diego Rivera, Isaac Albéniz, Luis Buñuel, Miquel Barceló, Alfredo Bryce-Echenique, María Casares, Óscar Domínguez, Juan Goytisoo...
El Cervantes anuncia su proyecto de este modo: «A las estancias de cada uno de ellos se les dedica una ruta diseñada por expertos con datos, anécdotas y relatos, ilustrada con fotografías, documentos y vídeos». Se trata de una idea magnífica. Buena parte de la cultura española contemporánea es sencillamente incomprensible sin el diálogo de los grandes creadores con París.
La novela, la poesía y la prosa española contemporáneas nacen, como es sabido, con el Modernismo la Generación del 98 y la Generación del 27. Todos los grandes maestros pasaron por París. Todos ellos están ausentes. No hay huella en las Rutas Cervantes de Rubén Darío, Azorín, Baroja, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, Pedro Salinas...
Toda nuestra poesía contemporánea pasa por el diálogo entre España, París, y las Américas, con Rubén Darío, que no está recordado. La obra fundacional de Azorín y Baroja está íntimamente asociada a París. Nuestro periodismo moderno comienza con
«El bombardeo de París», el libro de crónicas de Azorín, corresponsal de guerra de ABC. El mismo Azorín consagró a París libros, ensayos, artículos, muy numerosos. Baroja consagra a París libro tras libro.
Las vanguardias llegan a España, en bastante medida, a través de los viajes a París de Ramón Gómez de la Serna, de quién Valery Larbaud dijo, en París, precisamente, que había realizado en castellano una revolución semejante a las de Joyce o Proust.
Es igualmente ejemplar el caso de varios maestros de la Generación del 27, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Pedro Salinas. El viaje y la estancia en París es capital para ellos. Guillén y Salinas fueron profesores en la Sorbona. Guillén hasta ejerció de corresponsal literario. ¿Cómo olvidar a Madariaga, que fue embajador de España en momentos cruciales...?
En el caso de la lengua y cultura catalana, no es un secreto la importancia excepcional de París en la obra de Eugenio d’Ors, Rodoreda y Josep Pla, que llegó a confesar, en varias ocasiones que, de no vivir en su pueblo, no le hubiese importado instalarse en alguna recoleta plaza parisina, en la que se cruzan los fantasmas de Azorín, Baroja, Julio Camba o César González Ruano, entre tantos otros olvidados.

Aburridos de García Lorca (Romualdo Maestre)


ABC
Romualdo Maestre
Día 24/06/2010 - 07.00h
Un cambio político después de 30 años ininterrumpidos del PSOE de Andalucía y de las Grandes Berlinas Alemanas no es cualquier cosa. No sé si todos están en condiciones de asimilar que más allá del Partido-Junta existe vida. Para muchos puede ser una experiencia traumática levantarse el día siguiente de las autonómicas y constatar que los de siempre, los de toda la vida, ya no están guiando los destinos de esta Andalucía imparable. Que podemos quedarnos sin la tercera modernización sin apenas haber vislumbrado ni la primera, ni la segunda (si excluimos los chaleres de playa, claro, que usados como medida de progreso, estamos que nos salimos).
A lo mejor sería conveniente pedir consejo a nuestros vecinos del norte, los vascos. Cómo han asimilado ellos los mismos años de gobierno nacionalista y ahora, de repente, zas, el trueque sin anestesia.
Yo estoy convencido de que si las encuestas no mienten y la economía —como suele ocurrir siempre que se tuerce— sigue siendo la tumba del socialismo, a más de uno le va a dar una conmoción si gana por mayoría el PP en Andalucía. Al primero, claro está, al que tome posesión como nuevo presidente, abra el cajón y vea que no hay un euro. No es que se lo hayan gastado todo, es que los que se van dejan deudas para esa legislatura y tres más. Porque, desde luego, en eso sí que son duchos los políticos, en el arte de gastarse el dinero público en cuanto que pueden publicarlo oficialmente.
Para el común de los andaluces no nos supondrá un cambio sustancial en los hábitos normales. Seguiremos llevando a nuestros hijos a esos denostados colegios concertados que tantos esfuerzos, mentirijillas, empadronamientos falsos, enfermedades raras y divorcios ficticios nos ha costado para no inscribirlos en la modélica escuela pública. Y cruzaremos los dedos no vaya ser que nos pongamos enfermos y caigamos en manos, no de los médicos, sino del SAS, que parecen lo mismo pero no lo son.
Lo malo serán los pequeños detalles dogmáticos. Porque el régimen actual, lo que es industria poca deja (hasta la naval se la han cepillado), pero doctrina cultural la que quieran. Habrá que asimilar que existen otros poetas que no son Federico García Lorca, que, de tanto promocionarlo y subvencionarlo, han aburrido por hartazgo hasta su propia familia. Que don Antonio Machado tenía un hermano, no tan bueno como él, pero legible. E incluso podremos presumir de que aparte de Vázquez Consuegra hay más arquitectos colegiados. De todas maneras, ya nos iremos enterando por la TV autonómica, que para eso está, para enculturizarnos.

Aburridos de García Lorca (Romualdo Maestre)

Romualdo Maestre
Día 24/06/2010 - 07.00h
Un cambio político después de 30 años ininterrumpidos del PSOE de Andalucía y de las Grandes Berlinas Alemanas no es cualquier cosa. No sé si todos están en condiciones de asimilar que más allá del Partido-Junta existe vida. Para muchos puede ser una experiencia traumática levantarse el día siguiente de las autonómicas y constatar que los de siempre, los de toda la vida, ya no están guiando los destinos de esta Andalucía imparable. Que podemos quedarnos sin la tercera modernización sin apenas haber vislumbrado ni la primera, ni la segunda (si excluimos los chaleres de playa, claro, que usados como medida de progreso, estamos que nos salimos).
A lo mejor sería conveniente pedir consejo a nuestros vecinos del norte, los vascos. Cómo han asimilado ellos los mismos años de gobierno nacionalista y ahora, de repente, zas, el trueque sin anestesia.
Yo estoy convencido de que si las encuestas no mienten y la economía —como suele ocurrir siempre que se tuerce— sigue siendo la tumba del socialismo, a más de uno le va a dar una conmoción si gana por mayoría el PP en Andalucía. Al primero, claro está, al que tome posesión como nuevo presidente, abra el cajón y vea que no hay un euro. No es que se lo hayan gastado todo, es que los que se van dejan deudas para esa legislatura y tres más. Porque, desde luego, en eso sí que son duchos los políticos, en el arte de gastarse el dinero público en cuanto que pueden publicarlo oficialmente.
Para el común de los andaluces no nos supondrá un cambio sustancial en los hábitos normales. Seguiremos llevando a nuestros hijos a esos denostados colegios concertados que tantos esfuerzos, mentirijillas, empadronamientos falsos, enfermedades raras y divorcios ficticios nos ha costado para no inscribirlos en la modélica escuela pública. Y cruzaremos los dedos no vaya ser que nos pongamos enfermos y caigamos en manos, no de los médicos, sino del SAS, que parecen lo mismo pero no lo son.
Lo malo serán los pequeños detalles dogmáticos. Porque el régimen actual, lo que es industria poca deja (hasta la naval se la han cepillado), pero doctrina cultural la que quieran. Habrá que asimilar que existen otros poetas que no son Federico García Lorca, que, de tanto promocionarlo y subvencionarlo, han aburrido por hartazgo hasta su propia familia. Que don Antonio Machado tenía un hermano, no tan bueno como él, pero legible. E incluso podremos presumir de que aparte de Vázquez Consuegra hay más arquitectos colegiados. De todas maneras, ya nos iremos enterando por la TV autonómica, que para eso está, para enculturizarnos.

Jopé, la República


Día 24/06/2010 - 04.44h
Uno es monárquico exactamente por las mismas razones que en el tren, camino de Big Wiskie, donde ha de cumplir el encargo de vengar a unas putas, expone Richard Harris en «Sin perdón», pero hay que reconocer que en Getafe el castrismo municipal ha organizado para mañana unos fastos republicanos de quitar el hipo. No me extraña que el castrismo sevillano prohíba homenajes a Foxá, cuya exuberancia poética languidece ante la enérgica prosa militar del programa de mano getafense. La segunda república (para saber de verdad cómo vino sólo hay que leer «De Madrid a Oviedo pasando por las Azores») cumple 75 años, que se nos hacen 750, y para que cerremos los ojos e imaginemos aquel paraíso perdido viene María García, «especializada en la Educación durante la II República», razón por la cual escribe «Maria» sin acento. Más «Las fosas de la represión», al margen de Paracuellos, que pertenece a otro término municipal. Más brigadistas «Voluntarios de la Libertad», que en la parla progresista quiere decir «locos por el Stalinismo». Mas un «concierto por la paz y la libertad» a cargo de Pastor, Guerrero y Labordeta, quienes, la verdad, sólo dan guerra en estos acontecimientos. Más una cosa sobre «Los niños perdidos»: no los de los republicanos caídos en el Gulag que ha sacado a relucir Luiza Iordache, sino los otros: «Niños —dice el programa— arrancados de sus familias por unas u otras razones, por fusilamientos o prisión de sus padres o por el simple antojo del cacique, falangista o el cura del momento». Bono, Bermejo y así, les falta por decir. ¿Quién lo sabe? ¡Carrillo! Este filántropo hablará bajo el epígrafe «Nosotros vivimos la República». Y otros la murieron, claro. Para explicarlo: «Se ha editado una unidad didáctica para reflexionar sobre la libertad, la solidaridad, la tolerancia y la igualdad como valores republicanos». Yo sólo echo de menos una «performance» sobre el fusilamiento del Corazón de Jesús.

ARTILLERIA DE SEVILLA. FUTURO INCIERTO.


Francisco Robles
Día 23/06/2010


La Fábrica de Artillería era la Fundición, como la calle San Bernardo era la calle Ancha. Aquel barrio estrangulado por la vía del tren era la viva imagen de Beirut. Años 70. Derribos, cascotes, ruinas apuntaladas con vigas de madera podrida. Sevilla triste, decadente y decaída. Tiendas de comestibles donde los obreros de la Fundición se comían el bocadillo de las doce. La sirena también tenía nombre propio: el pito. Sonaba a las siete menos cuarto de la mañana. Tres pitidos, el último a las siete en punto, como tres avisos. Luego a las doce. El último, a las tres de la tarde, hora propicia para el tinto Savin o Cobiella en las mismas tiendas de Marco o de Palmira, o en esa accesoria regentada por un tendero con apodo digno de Cela en un retrato carpetovetónico: el Pringoso.
La Fábrica de Artillería, vulgo Fundición, es el símbolo perfecto de la dejadez sevillana. Si otra ciudad contara en su patrimonio arquitectónico con un edificio así, ¡qué pedazo de museo estaría proyectándose a estas horas! Las ideas surgen solas. Un poner: Museo de las Armas y las Letras. La Sevilla artillera reunida con la literaria como si Garcilaso volviera con su Renacimiento a cuestas. Pero nada de eso ocurrirá. Nadie sabe lo que va a ser de esta fábrica que amenaza ruina. ¿Por qué no se exponen en sus amplias naves los cuadros que no caben en el Museo de Bellas Artes, el costumbrismo del XIX y las vanguardias del XX, la Sevilla reinventada que al final se confundió con la ciudad real? Muy cerca de allí, la vieja estación de San Bernardo, vulgo de Cádiz: en ese barrio todo tenía dos nombres como mínimo. Si Sevilla fuera París, esa estación se habría reconvertido en algo parecido al Quay d’Orsay, cambiando a Van Gogh por Bacarisas, a Pisarro por García Ramos, a Monet por Jiménez Aranda, a Mondrian por Valeriano Bécquer… A cambio, un mercado de abastos, vulgo la plaza, instalado de forma provisional. Como si no existiera un edificio concebido para tal uso al otro lado del puente de San Bernardo. Como si en Sevilla todo se hiciera al revés y sin conciencia alguna del patrimonio que atesora la ciudad. Como si no hubiéramos aprendido las lecciones que nos ha dado el tiempo, ese gran escultor según Marguerite Yorcenar aunque en Sevilla sea el gran destructor de lo que fue.
En estos tiempos se tira con pólvora del rey, se malgastan las balas del presupuesto disparando cigalas como proyectiles que van al estómago agradecido del que manda. Y se abandonan los edificios que podrían darle lustre y esplendor a una Sevilla falta de iniciativas culturales que enriquezcan la mente del indígena y que atraigan al turismo de calidad. Pero está visto y comprobado que nuestras autoridades andan en otros asuntos. Les importa un bledo esta vieja fábrica dedicada a Daoiz y Velarde, los héroes de la Guerra de la Independencia. Si se termina cayendo, mejor. Se recalifican los terrenos y se pone el cazo que rima con el pelotazo. Y asunto resuelto. Y al que se oponga, un poquito de demagogia adobada de pacifismo. Sevilla desmilitarizada y pacifista. Cualquier cosa sirve para salir del paso. Total, para cuatro gatos que protestan…

miércoles, 23 de junio de 2010

Lo que la «Zeja» no cuenta


La Razón 21 junio 2010
Documental sobre Paracuellos

MADRID- Noviembre de 1936. Es de madrugada y hace frío. Un grupo de milicianos hace guardia ante una lumbre. Beben vino y fuman como si nada pasase, sosteniendo sus fusiles con firmeza. De repente, unas luces surgen al fondo. Son varios vehículos entre los que viajan varias sacas –grupos de presos– que vienen de la cárcel Modelo. Van atados de dos en dos por el brazo y apenas pueden andar mientras les golpean con las armas para introducirlos en una especie de corral. A todos se les considera contrarios al bando republicano y, por tanto, han de morir. Un sacerdote reza con ellos y les da la extremaunción. De nuevo, vuelven las prisas. Unos veinte presos son sacados a la fuerza y, en medio de la oscuridad, los conducen ante un enorme tronco de árbol. El silencio lo inunda todo y, de repente, los gritos se entrecruzan: «¡Preparados,
apunten..¡», clama uno de los milicianos. Justo frente a ellos, los presos sacan fuerzas para gritar
«¡Viva Cristo Rey¡». «¡Fuego!». De nuevo, silencio.
Cerca de 4.000 personas –al menos las identifi cadas– fueron fusiladas en el otoño de 1936 sólo en Paracuellos del Jarama a manos del F. Cancio bando republicano. Una historia que muchos no conocen o no quieren conocer y que otros, como los actores de la «Zeja», prefieren no mentar en sus vídeos.
Han pasado más de 70 años y esta escena vuelve a repetirse. Peroya no es real, ahora es ficción. Estamos en la sierra de Madrid y una voz grita a un grupo de actores amateurs: «¿Preparados? Esto es un tema muy serio y muy difícil de contar, así que vamos». Es Antonio, uno de los productores del documental «El Partido Comunista y la defensa de Madrid: Otoño de 1936, Paracuellos del Jarama», el primero de una serie de vídeos de historia dirigidos por Luis Togores, secretario académico del Instituto CEU de Estudios Históricos.
La idea surgió hace un año como «una herramienta docente», explica Togores, al tiempo que añade que se dirige, sobre todo, a los más jóvenes que, «como cada vez leen menos, por lo menos podrán ver» esta parte de la historia.
El sol ya ha caído y el frío empieza a hacer acto de presencia. Los actores son profesores de la Universidad San Pablo CEU, amigos, conocidos... Todos llegan caracterizados a la perfección, con sus trajes de época y con todos los detalles para recrear uno de los muchos fusilamientos que se llevaron a cabo durante la Batalla de Madrid, allá por la Guerra Civil. Y es que, prácticamente no existe documentación gráfica de estos trágicos sucesos que resuenan en la memoria de más de uno. Para Ignacio Armada, profesor de Historia del Cine en la Universidad San Pablo y uno de los actores aficionados, esta iniciativa «es una muy buena idea» pues «forma parte de la historia de España». Una historia, afirma, «que o no se conoce o se conoce mal». Él forma hoy parte del bando republicano y, poco antes de empezar a grabar, bromea con los futuros fusilados.
Y entre medias, un niño de unos siete años pregunta que si puede formar parte de la grabación y ser uno de los asesinados. Togores y otros miembros del equipo le responden
con diplomacia: «No puede ser porque el preso más joven al que asesinaron tenía unos 15 o 16 años». Togores ya lo avisó: «Queremos contarlo como fue».
Testimonios
Sin embargo, esta recreación sólo ocupará unos cinco minutos del documental. El resto, además de imágenes y vídeos de la época, lo completarán los testimonios de personajes como el profesor Ángel Martín Rubio o el escritor José Javier Esparza, quien acaba de publicar su obra «El libro negro de Carrillo». Y, además, cuentan con más de una hora de grabación del historiador Ricardo de la Cierva narrando cómo asesinaron a su padre, quien fuera miembro de Acción Popular.
El reloj pasa ya de la 1 y media de la mañana y el rodaje termina. La oscuridad sigue siendo la nota dominante y entre los actores asesinados uno exclama: «es la primera vez que me fusilan y creo que me ha salido bastante bien».

Un incansable historiador:

Luis Eugenio Togores Sánchez (Madrid, 1959) lleva años rebuscando e investigando entre la historia de España, sin cansarse y con ganas de llegar más lejos aún. Doctor en Historia Contemporánea, Togores ha sido decano de la facultad de Humanidades de la Universidad San Pablo CEU y vicerrector de alumnos. En la actualidad es secretario académico del Instituto CEU de Estudios Históricos y ahora se embarca en la grabación de una serie de vídeos sobre el pasado de nuestro país.

Macedonia de rutas (Antonio Rivero Taravillo)


La literatura de viajes en España ha pasado de ser un género emergente a una realidad consolidada, y este libro es un primoroso ejemplo de ello, a la par que una demostración de que la amenidad y la información no tienen por qué estar reñidas con la más alta exigencia literaria. El autor nos lleva de Estonia a Islandia, de Nueva York a California, pasando por una evanescente Venecia o la Sevilla de Luis Cernuda. Junto con varios inéditos que se dan aquí por primera vez, muchas de estas estampas o relatos aparecieron en el suplemento El viajero del diario El País o en la revista Clarín.

Macedonia de rutas es un muestrario de latitudes y destinos, un baúl mundo con etiquetas que invitan a partir y cuya cerradura es un guiño para emprender mil sendas.

«Antonio Rivero Taravillo es el gran autor de viajes de su generación.»

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN

martes, 22 de junio de 2010

COMUNICADO ANTE LA ACTUAL SITUACION DEL VALLE DE LOS CAÍDOS


La Hermandad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, asociación civil nacida en 1984, ha venido manteniendo un prudente silencio durante estos meses, para no verse mezclada en el fragor de las informaciones en los medios, especialmente en Internet, en muchas ocasiones contradictorias y políticamente sesgadas, ni interferir en las negociaciones que pudieran estar desarrollándose a otros niveles. Pero tampoco queremos que este silencio responsable se pueda interpretar como desinterés o como sumisa aceptación de los hechos que se vienen sucediendo.


La operación viene de lejos. Durante los casi treinta primeros años de sistema democrático, con gobiernos de derecha o de izquierda, el Valle de los Caídos ha disfrutado de una relativa tranquilidad y ha sido uno de los monumentos más visitados, tanto por españoles como por extranjeros, entre los que destacan, entre personalidades de todas clases, los cardenales Roncalli y Ratzsinger, después papas Juan XXIII y Benedicto XVI.


La ejemplar actitud de la Comunidad benedictina, dedicada única y exclusivamente a la oración por los muertos –por todos los muertos– allí enterrados, en unos casos, conocidos y por expreso deseo de sus familiares y, en otros, anónimos, recogidos de fosas comunes o carreteras, sin poder definir si pertenecían a uno u otro bando combatiente en la guerra civil, que allí vienen reposando desde hace cincuenta años, ha hecho posible la auténtica y necesaria reconciliación, bajo el signo de paz de la Cruz, en el espíritu inicial con que fue alzada, y que alienta la esperanza de que desaparezcan los odios y los enfrentamientos civiles entre españoles.


Pero, ha sido precisamente esa Cruz, esa gigantesca Cruz, que preside la sierra madrileña, la que parece que resulta intolerable para el actual gobierno socialista y sus socios de la izquierda radical, la casi extraparlamentaria Izquierda Unida, y la de los grupos independentistas catalanes que, en varias ocasiones, han expresado su deseo de que desaparezca físicamente, en su obsesión por borrar cualquier signo del pasado que les recuerde una guerra perdida. Quisieran hacer como los talibanes o como los antiguos faraones que, en su insana soberbia, nada más llegar al poder, ordenaban picar o destruir toda referencia a lo anterior.


Parece que de nada ha servido la referencia que, en la denominada «Ley de Memoria Histórica» se dedica al Valle, otorgándole la condición de lugar de culto y reconociéndole de aplicación las normas relativas a los cementerios, aunque prohibiéndose la celebración de cualesquiera actos políticos en su recinto, ni tampoco los acuerdos vigentes entre la Iglesia Católica y el Estado español.


Desde hace ya varios meses, Patrimonio Nacional, al que administrativamente está adscrito el Valle, viene ordenando cierres alternativos de la Basílica, no admitiéndose la visita de particulares individuales ni de grupos de operadores turísticos, permitiéndose la entrada, exclusivamente, para asistir a la misa diaria de las 11 de las mañana, impidiendo, de tal modo, disfrutar de una de las obras más singulares e importantes de España.


Primero fueron unas supuestas obras que nadie sabía en qué iban a consistir, ignorándose, también, su fecha de inicio, duración prevista y presupuesto de ejecución y, ahora, se aduce la excusa de la controvertida restauración del conjunto de «La Piedad».


Nada se sabe del futuro inmediato de la colosal obra arquitectónica y artística que asombra a propios y extraños, sin distinción de razas, religiones o ideologías, pero todo parece indicar que la presión de sectores de la izquierda más radical del arco político español y los compromisos electorales contraídos con los mismos, la indiferencia e inhibición de sectores de la derecha, así como de las Instituciones culturales, históricas y artísticas que temen ser tachadas de «franquistas», pueden desembocar en un hecho sin precedentes en esta España supuestamente democrática, que sólo podría encontrar parangón en otros del pasado siglo, de infeliz memoria, a los que es seguro que no desean retornar la mayoría de los españoles.


Actos de revancha, de intransigencia o de inhibición, como éste, merecerían no sólo la repulsa internacional sino también una firme respuesta, a todos los niveles, de los españoles, hartos ya de tanta coacción y tanto complejo. No obstante, es nuestro deseo y esperanza, que se restablezca la cordura y se mantenga el Valle como un lugar de oración y concordia, especialmente para las familias de los que allí están enterrados, y que pueda ser visitado en libertad, por todos aquellos que lo deseen, como ocurre con todos los monumentos y obras de arte del mundo, creados por las distintas generaciones.


Madrid Junio de 20010


Por la Junta de Gobierno


Luis Suárez Fernández


Presidente

domingo, 20 de junio de 2010

Saramago


Día 19/06/2010 - 22.21h
En menos de seis meses han fallecido Miguel Delibes, Tomás Eloy Martínez y ahora José Saramago. Y tal como me ocurrió en los casos anteriores, apenas fui consciente de la desaparición física de Saramago, me acerqué a la estantería donde se alinean sus libros para velarlo leyéndolo. Cuando Delibes murió elegí «Viejas historias y cuentos completos» (Menoscuarto, 2006), una bella edición de sus relatos jamás reunidos. Cuando falleció Tomás Eloy fue diferente, porque nos conocíamos y nos habíamos tratado a la distancia durante casi 12 años. Así fue como releí «Lugar común la muerte» (Monte Ávila, 1979), una vieja edición de cuentos que Tomás Eloy publicó en Caracas durante uno de sus exilios. La lectura de Miguel Delibes fue por impulso, la lectura de Tomás Eloy por cariño y ahora que ha muerto Saramago, he releído «El año de la muerte de Ricardo Reis» (Seix Barral, 1985), por convicción literaria y sentimental.
Cernuda dijo alguna vez que todos escribimos para un lector futuro y dentro de unos años, los lectores de Saramago podrán saborear «El año de la muerte de Ricardo Reis» sin tener en cuenta lo que el autor pensaba sobre Castro, Arafat o Hugo Chávez, porque al conjuro de esa novela sólo es posible pensar en Pessoa o Teixeira de Pascoaes. En realidad, casi considero de mal gusto traer a colación las banderas que Saramago izó, pues la única razón por la que lo recordaremos será por su literatura. ¿Qué interés tendrían hoy día las ideas políticas de Dickens, Flaubert o Dostoievski?
«El año de la muerte de Ricardo Reis» es una novela sentimental y transida de literatura, que no de metaliteratura (ese malentendido). Aquel era el Saramago que más disfruté, aunque otros lectores suyos viven indistintamente enamorados de libros tan diversos entre sí como «Memorial del convento» (Seix Barral, 1986), «El Evangelio según Jesucristo» (Seix Barral, 1992) o «Ensayo sobre la ceguera» (Alfaguara, 1996). No hay elogio mayor para un escritor que las devociones enconadas de sus propios lectores. Por otro lado, Saramago fue un escritor tardío, pues su carrera como novelista comenzó en realidad hace apenas 20 años, cuando en 1980 publicó «Alzado del suelo» (Seix Barral, 1988), a punto de cumplir los 60 años de edad. Lo que quiere decir que recibió el Nobel de Literatura cuando sólo llevaba 16 años escribiendo. Un prestigio así —lo diré alto y claro— no es posible adquirirlo con argumentos y credenciales extra-literarias.
Saramago era un escritor admirado y querido por lectores verdaderos y no sólo por sus compañeros de ruta. Su humanidad era grande y su dolor ante lo inhumano verdadero. También era un sentimental y tenía un punto de coquetería que lo perfumaba de humor. Su legado en manos de Pilar estará siempre a salvo y su dimensión literaria trascenderá sobre cualquier otra, porque novelas como «El año de la muerte de Ricardo Reis» nunca dejarán de leerse.

El PCE sigue sin reconocer que hubo republicanos españoles en el Gulag


Alfredo Valenzuela
ABC
Día 20/06/2010

Joven historiadora rumana afincada en España, autora del premiado REPUBLICANOS ESPAÑOLES EN EL GULAG, ha documentado la tragedia de más de 300 “rojos” españoles en campos de concentración soviéticos, entre ellos trece andaluces y los marinos sevillanos Antonio Vela Rodríguez y Francisco González de la Vega

Luiza Iordache Historiadora




El exilio español cuenta con muchos estudios, pero el suyo es el primero sobre republicanos en el Gulag ¿Por qué?

—La materia, en el ámbito académico, es joven pero en desarrollo gracias en parte al libre acceso a los archivos y a la ausencia de la censura, lo que facilita nuestra labor de historiadores, en detrimento de la mitografía.

Ha documentado a cientos de republicanos españoles en el Gulag ¿serían muchos más?

—Tengo una relación nominal de más de 300 represaliados por «delitos comunes y políticos», aunque pueden aumentar.

—¿Querer abandonar la URSS era traición?

—También desacuerdos con la línea oficial del partido, visitas a las embajadas extranjeras o algún comentario banal que era interpretado como blasfemia, eran «traición», «espionaje» o «sabotaje», es decir, largos años de campos.

—¿Sufrieron torturas los republicanos españoles a manos soviéticas?

—Al igual que los soviéticos y otros extranjeros, recibieron pavorosas torturas en las cárceles. Después vino el trabajo forzado en remotas zonas siberianas, el hambre, el frío, las enfermedades, la sombra de la incertidumbre, de la muerte. Pero el sistema concentracionario soviético fue más que tortura. Fue una negación en su forma más horrenda de lo humano.

—¿Hasta cuándo negó el PCE la existencia del Gulag?

—Nunca reconocieron la existencia de republicanos españoles en el Gulag.

—En su libro afirma que «particularmente lacerante» fue el papel de Carrillo, Pasionaria y Claudín en la persecución de patriotas correligionarios acusados de disidentes…

—Ibárruri mandaba. Otros colaboraban. Habría que añadir a Mije por sus falaces acusaciones desde Francia tildando a los internados de Karagandá de «falangistas».

—¿Toda la represión soviética contra republicanos españoles fue respaldada por el PCE?

—Sobre esta tragedia siempre pesará la responsabilidad del PCE, que tampoco hizo nada para la liberación de los presos españoles.

—¿El PCE alentó esa persecución, con Pasionaria diciendo en 1948 que sólo abandonarían territorio soviético quienes tuvieran «un expediente político positivo»?
—Más que alentarla, la favoreció. Y esta política de puertas cerradas fue una constante hasta 1956.

—¿Carrillo dio conferencias en París negando los campos de concentración donde permanecían los republicanos españoles, conociéndolos?

—Toda la cúpula del PCE en la URSS lo sabía. La conferencia y los artículos en la prensa comunista española eran una manifestación más de la cuidada coreografía que propugnaba la «magnífica vida» allí.

—¿Más que las detenciones de republicanos, a los dirigentes del PCE les preocupaba «su propia imagen»?

—Ante todo, evitar cualquier hipotética difamación de la URSS, como todo partido bolchevizado.

Muñoz Molina
Escritores como Muñoz Molina han confesado que de estos republicanos represaliados en la URSS no tenían noticia. ¿Se da por satisfecha?

—Las reseñas en la prensa fueron una grata sorpresa. Pero este «librito» derivado de mi tesina no me ha complacido lo suficiente, razón por la que prosigo con el tema en la tesis doctoral, con el apoyo de una extensa documentación.

El secretario general del PCE dice que España es el único país que tiene a un tirano en un mausoleo. ¿Considerará a Lenin un demócrata?

—No sé, habrá que preguntarle.

La tumba de Stalin tampoco está mal…

—Desde 1961, Stalin yace en una simple tumba en la Muralla del Kremlin, con el único ornamento de un busto suyo en granito.

—Hay quien ha pedido que los restos de Franco vayan a una cuneta. ¿Será ése un camino para la reconciliación nacional?

—Como ciudadana, veo más apropiada una tumba corriente en un cementerio normal. Como historiadora defino la reconciliación nacional como un largo proceso que durará generaciones.

—¿Se buscarán los restos de los republicanos españoles muertos en el Gulag, si lo piden sus familiares, según la Ley de Memoria Histórica?

—No. Sería una labor titánica hallar tumbas probablemente ya desaparecidas. Ante todo, tenemos que recuperar sus nombres y homenajearlos de la misma manera que se ha hecho con los internados en los campos de exterminio nazis.

sábado, 19 de junio de 2010

LUÍS ROSALES por Eduardo López Pascual


A mí es que me da por ser justo con la gente, sobre todo con los que de alguna manera han dejado constancia de su sensibilidad humana, bien por su condición de intelectual, su formación artística, y por su puesto, del sentido ético y estético de su vida. Un pintor, un músico, un poeta. Y esto sin mirar nunca su procedencia social o política que, a la postre, nunca determina su calidad ni su importancia. Por eso tanto se me puede ver homenajeando a escritores como Buero Vallejo, a poetas como García Lorca, o Miguel Miguel Hernández, de quien se celebra su centenario. Pero precisamente por esta condición heredada sin duda de los consejos de mis maestros y de mis padres, yo quiero perseverar en esta manera y declarar aquí, también, mi admiración por otros poetas que tal vez por razones o razonamientos nada objetivos, sestean en la memoria de demasiadas personas de las que se espera un trato mejor.
Cuando todos, y parecía como una consigna – aun siendo yo también participante de esa especie de recuerdo obligado -, mirábamos la obra naturalmente valiosa del poeta de Orihuela, camina este año de 2010. perdiéndose achacoso entre sus días y sus meses, orillando no se sabe si a propósito, la vida y obra de un poeta tan profundo como fue Luis Rosales que, por una de esas casualidades de la vida, nació en el mismo año que el autor de Perito en lunas. Luis Rosales, amigo de Lorca y Henandez, nace a la poesía con Abril ( 1935 ), y con ese primigenio libro entra gloriosamente en la mítica generación del 36; por más que con la llegada de la guerra civil iniciada ese mismo año, las circunstancias de la contienda no le permita proseguir su inquietud literaria fuertemente invalidada para la creación y la poesía. No obstante y aun en el fragor de los frentes Luis Rosales continúa su vocación trabajando en varias obras de la que ya, acabado ese periodo hostil, en la que sufrió la pérdida de sus amigos poetas, publica en 1940, casi a ras de los últimos fusiles, su poemario La casa encendida, quizá la que más se conoce de toda su bibliografía, donde yo quizá injustificadamente, entrevea un recuerdo a su inolvidable compañero de versos García Lorca, que prendieron en su casa.
“El contenido del Corazón”, aparece en 1941 siendo en la forma y en el fondo la muestra de su profundo conocimiento de la poética clásica, y su tono amoroso acompaña justamente ese aire soñador que inspira gran parte de su obra. Suspendidos en su alma quedaron versos de romanceros y de peritos, y cuando escribe sus Rimas Luis Rosales ya no tiene nada que demostrar, pues forma parte de la gran corte literaria que emerge tras la guerra, junto a los Panero, Dámaso, Vivancos, Ridruejo, Angel María Pascual, - sólo poetas-, entre muchos que dieron luz y voz a la poesía española de esos años. Luis Rosales, cumple también su centenario, y hay que admirarlo, leerlo, que se le valore tal y como merece un Premio Nacional de Literatura (1951), Académico desde 1962 y Premio Cervantes en 1982., su obra que se enriquece con textos como “Canciones”, “Un rostro en cada ola”, “La Almadraba”....etc., alcanza una profundidad creativa y filosófica de enorme trascendencia, tal como nos deja en su Ensayos de filosofía y literatura. Claro que Luis Rosales era un poeta falangista. ¿Será por eso que nadie promueva su centenario?. ¡Ay, este país¡

miércoles, 16 de junio de 2010

FALANGISTAS DE CIEZA CREAN EL PREMIO INTERNACIONAL DE POESIA LUYS SANTAMARINA



Cuando por los años primeros de los ochenta del siglo pasado, la democracia tal como la visualizamos hoy día, empezaba a consolidarse y en cierta manera a fructificar en razón de las metas propuestas, aparecía como una de las conquistas más notables la creación de infinitas asociaciones ciudadanas de todo tipo; desde grupos meramente deportivos, movimientos vecinales, etc., hasta la presencia de auténticas asociaciones culturales. Ahora bien, en ese paisaje de protagonismo ciudadano, las organizaciones civiles que suscitaban el mayor protagonismo, cuando no el único, provenían prioritariamente de la izquierda más conocida, que además estaba incrustada en todo el horizonte social, los medios, la iglesia, la universidad, o la cultura. Desde este otero, las asociaciones culturales fueron una verdadera punta de lanza, por la que intentaron, y muchas veces consiguieron, encauzar, dirigir y manipular cualquier iniciativa artística, estética, de tal forma que fueran ellos los únicos detentadores de la cultura nacional.
Fue entonces, y bajo aquella situación, cuando un grupo de escritores, pintores y poetas falangistas, y deportistas, de la pequeña ciudad de Cieza, en Murcia, entre los que se encontraban Antonio Ortega Martínez, con varios premios nacionales de poesía y autor seleccionado por la Academia Iberoamericana de Poesía, en EE.UU.;del pintor Cayetano Toledo Puche, Medalla en el Bienal de Florencia, Italia, con exposiciones dentro y fuera de España, y hasta de un deportista profesional; Jota Torres de gran proyección nacional; o de quien esto escribe, pensamos en la oportunidad de fundar una Asociación Cultural que, en razón a nuestra formación personal tratara de procurar cultura.-, desde luego sin ánimo restrictivo-, y diera a nuestra sociedad la oportunidad de ofrecerles otra manera de entenderla y mucho más de hacerla, para que desde ningún modo creyeran que sólo la cultura planeada desde la izquierda iconoclasta y laicista, tuviera razón de ser y existir; y sobre todo de utilizar. Había una distinta forma de creación cultural.
Desde esta reflexión, este grupo, todos militantes de Falange Española Auténtica ( falangistas), profundamente inquietos por la manipulación
comprobada, estaban convencidos que desde su compromiso político, sustentado por la propia historia azul plena de artistas, pintores, escritores, y poetas, filósofos y conferenciantes como Ponce de León, Rafael García Serrano, Rafael Sánchez Mazas, Luis Rosales, Murube, Ángel María Pascual, Adolfo Muñoz Alonso, y tantos otros entre los que se encontraba Luys Santamarina, escritor, poeta y periodista, podíamos en franca puridad popular promover una Asociación Cultural que estuviera incardinada en la sociedad, tal como cualquiera otra, pero amparada por una base humanista y un fondo de azul en libertad de la que todos éramos coincidentes. Fue esta, la esencia de nuestra futura actividad, al tiempo que reconquistábamos para nosotros los mismos argumentos que la izquierda oficial pretendió siempre. Se llamó “Pueblo y Arte”, dejando constancia de nuestro compromiso popular hacia la cultura.
A partir de ahí, y como una de las actividades más emblemáticas encarnamos en el poeta santanderino, el inolvidable autor del poemario Hallada, y su famoso verso “Cuando esto acabe.....” , la base de nuestra actividad, al tiempo que rendíamos homenaje y memoria a uno de los falangistas más honestos que hayamos podido conocer; su sincera y honesta participación en un verdadera reconciliación, su trato con artistas de cualquier ideología: Lorca, Max Aub), y su compromiso joseantoniano nos indujo a crear el Premio Internacional de Poesía LUYS SANTAMARINA, que tendría desde el principio una acogida excepcional. Apadrinados, a los dos años, por el escritor y director de teatro, cubano, en el exilio, Carlos Miguel Suárez Radillo, quien fue imprescindible para abrirnos al mundo cultural hispanoamericano, quisimos homenajear al mítico escritor falangista.. En 1995 nuestra asociación Pueblo y Arte publica su primera convocatoria, que gana el poeta valenciano López Gradoli, y luego una relación de grandes poetas: el cubano Francisco Morán, los españoles Casaux, Pascual García, José María de Juan, Miguel Argaya, el americano Reinaldo G. Ramos, la cubana Rita Geada, el malagueño, J.A. Portus o los accésits concedidos a poetas argentinos, mexicanos, o israelíes, que acudieron este Premio llamados por su rigor y calidad, hasta convertirse en una cita obligada en el universo poético.
Son quince años en los que la asociación Pueblo y Arte, incluso en condiciones muy adversas, ha sabido salvar situaciones difíciles, y más aún, resguardados por la evidente seriedad de sus jurados, presididos desde hace doce años por el catedrático de Lengua José Luis Martínez Valero, y la excelente publicación de sus poemarios, por la Editorial Vitrubio, de Madrid, ha logrado la cobertura oficial del Ayuntamiento de Cieza, y lo que es aun más meritorio, el respaldo de la Universidad Pública de Murcia, que desde su obra cultural, y Aula de Poesía, nos permite la presentación de nuestros premios en el paraninfo de este primer centro universitario. en Murcia, dando así fe de la importancia de los Premios Internacionales de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza... Desde la atención de la Vicesecretaria de Extensión Cultural de la Universidad de Murcia, con sus titulares D. Conrado Navalón y D. Guillermo Díaz Baños, el mundo poético conoce y participa en el único certamen internacional que lleva el nombre de un escritor azul, algo impensable para muchos, pero que nosotros desde Pueblo y Arte, presentíamos que podíamos hacerlo; la rigurosa organización y la honestidad probada, y más aún, el respeto profundo a la diversidad cultural. Ha hecho realidad esta aventura; era al fin y al cabo, “ la poesía que promete” el Luys Santamarina- Ciudad de Cieza, que este año ha cumplido quince años de edad.

Eduardo López Pascual

miércoles, 9 de junio de 2010

La literatura falangista: escritores por rutas imperiales" (Documentos RNE)


05-06-2010
Los fascismos europeos nacieron al calor de la vanguardia y, en tanto que variante hispana del fascismo, la Falange, además de su particular regeneración de España, se propuso construir una literatura y arte modernos pero, al mismo tiempo, anclados en las esencias patrias. Por ello, el fundador del partido se rodeó de un grupo de escritores al que llamaban, despectivamente, la Corte Literaria de José Antonio. No todos tenían el mismo talento, ni fue igual su grado de compromiso político, pero Rafael Sánchez Mazas, Ernesto Giménez Caballero, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Eugenio Montes, José María Alfaro, Luys Santa Marina, Pedro Mourlane Michelena, Samuel Ros y Jacinto Miquelarena, sobre los que gira este programa de Juan Carlos Soriano, crearon un estilo y una retórica que el Régimen de Franco adoptó más tarde como propios.







domingo, 6 de junio de 2010

Bobastro. Entrevista a Francisco Ortiz Lozano

Entrevista en el programa televisivo "El color del cristal", que presenta Carlos Ruiz en Onda Azul Málaga, el 4 de mayo de 2010, a Francisco Ortiz Lozano (www.olibros.es), autor del libro "Bobastro. La ciudad de la perdición. Gloria y refugio de la cristiandad".
Se trata de un exhaustivo pero ameno estudio histórico sobre la ciudad que, ubicada en una montaña inexpugnable y bajo el mando de Umar ibn Hafsun, mantuvo medio siglo de resistencia contra el emirato de Córdoba.

Bobastro. Entrevista a Francisco Ortiz Lozano. from lanotadiscordante on Vimeo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Poeta y raíz Rosales 100 años Por Antonio Sánchez Zamarreño


Tiznado por la sombra de una culpa ajena -la traición, la muerte de García Lorca-, Luis Rosales (31 de mayo de 1910-octubre de 1992) resurge, en vísperas de su centenario, como creador al filo del abismo político, cultural y humano que fueron nuestra guerra civil y el siglo XX. Luis María Anson y Antonio Sánchez Zamarreño, máximo especialista en su obra, dan las claves para comprender al poeta; Félix Grande, amigo cierto en horas inciertas, retrata una noche de poemas y amistad, y siete poetas eligen sus versos favoritos del poeta andaluz.

Sería triste que les pasara desapercibido a las nuevas generaciones el centenario de un poeta tan señero como es Luis Rosales (Granada, 1910 -Madrid, 1992): lo sería, sobre todo, porque a ellas está dirigida su obra, tan llena de voluntad de futuro y de caminos que sería necesario explorar. Sé muy bien que este año se hacen también urgentes otros recordatorios -el de Miguel Hernández- que puedan parecerles más atractivos por el solo hecho de haber sido mejor publicitados. Pero la casa de la poesía tiene muchas estancias y en la que espera Rosales es una de las más luminosas del siglo XX. A los jóvenes les subyugará una palabra que, por su maravillosa orquestación, tardará mucho tiempo en acabarse de decir: esto es, nunca acabará de decirse, porque los materiales con los que fue forjada -la música y el hombre- nunca serán perecederos en poesía.

Surge la de nuestro poeta en un tiempo que tuvo como misión clausurar paraísos. Habían pasado ya aquellos ojos -recuérdese a Jorge Guillén- que vieron un mundo deletreado por la luz. Eran los años treinta y ya las sombras se cernían sobre una historia que iba conocer días terribles. El jovencísimo Rosales comprende de inmediato que ese vacío que empieza a constatar alrededor sólo puede llenarse de trascendencia. Y eso es su primer libro, Abril, publicado en 1935. Para un lector desavisado, esta escritura seguiría pautas ya transitadas en la década anterior por la llamada “poesía pura”. Efectivamente, el tono general del libro así parece sugerirlo: su condición de cántico (“¡oh maravilla sin huella!”), la apelación constante a la luz, el asombro, en fin, “ante el cielo y la espiga y la brizna de hierba” nos sitúan, de nuevo, a la entrada del paraíso. Pero hay una diferencia respecto a aquella poesía impoluta: se trata de esta doble tensión: la humana y la divina. Rosales, al filo ya del abismo, se resiste a salir del Edén; pero, lejos de la asepsia de los poetas anteriores, trata de llenarlo de espesura cordial y de Absoluto. Es su contribución a las convulsiones que empiezan a fraguarse: frente a una historia que se precipita al caos, la contrapropuesta de una cosmovisión articulada por Alguien que trasciende las bajezas partidistas y que, más allá de lo contingente, “ata la sangre al misterio”.

No necesito añadir que los acontecimientos hicieron impracticable, de inmediato, tal utopía. Los que vinieron fueron tiempos arrasadores. Nada, para los coetáneos de Rosales, sería ya lo mismo. Personalmente, la guerra y la inmediata posguerra le infligieron golpes difíciles de sobrellevar. Es muy conocido el martirio de Lorca, refugiado en la propia casa de Rosales y arrebatado de ella por manos asesinas. Su muerte supuso para el autor de Abril un laberinto de espanto del que no pudo regresar. Menos instalado en la memoria comunitaria está el asesinato de otro gran íntimo de Rosales: Joaquín Amigo - “él me enseñó a vivir”-, despeñado, ahora a manos republicanas, por el Tajo de Ronda, unos días después de la muerte de Federico. Fallece también, en 1937, su entrañable condiscípulo Juan Panero y ni siquiera con el final de la guerra cesa, para él, el germinar de la muerte: así, a principios de 1941, con cinco días de diferencia, desaparecen sus padres, doña Esperanza Camacho y don Miguel Rosales.

No es de extrañar, pues, que Rimas, el poemario que ocupa a nuestro poeta entre los años 1937 y 1951, constate con amargura este resquebrajamiento que es, a la vez, personal y colectivo. Escribe entonces, dice, “para reunirme el alma”, esto es, para tratar de fijar en la escritura ese ser disperso que, con cada tragedia, se le está fugando a chorros. Pero escribe también para dejar fe notarial de una angustia que la poesía refleja en nombre de cuantos no pueden expresarla: “...sufrimos tanto, / Señor, que ahora ya somos / hermanos en la cruz”. Rimas es un gran libro precisamente porque recoge -sin aspavientos, en voz baja- el horror colectivo. Y por algo más: porque, frente al arrasamiento y frente al caos, este libro propugna la consideración del hombre como sujeto histórico, cuya misión prioritaria en tiempos sombríos es -recuerda Rosales- la reconstrucción material y ética del mundo “para amarlo de nuevo”.

Tales claves reconstructoras cuajarán, de forma imborrable, en La casa encendida, libro que aparece ante nuestra mirada tan joven como el día en que fue impreso. Se trata, ante todo, de la propuesta prometeica -que me perdonen los poetas sociales- más fascinante de la poesía contemporánea. Así, Rosales parte de una casa -que es la casa familiar y es la casa común- atormentada por las sombras, por los escombros y por la ausencia de los muertos. Pero he aquí que, paso a paso, “como un cabo de vela que se enciende con otra”, cada habitación acaba iluminándose hasta hacerse lengua, casa y patria encendidas: triple propuesta redentora. Son míticos los últimos versos:

Al día siguiente
-hoy-, al llegar a mi casa -Altamirano, 34-era de noche
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares
las ventanas
-sí, todas las ventanas-;
gracias, Señor, la casa está encendida.
Eso ha sido Rosales: abanderado de la libertad verbal, constructor de utopías, espejo de una época inhóspita. Cada vez más comprometidos con la palabra y con el hombre, van sucediéndose otros libros, entre los que destacan Diario de una resurrección (1979) y la ineludible trilogía La carta entera. Reconfortaría una pasada de los jóvenes por éstas y otras obras de Rosales. Su lectura los vacunaría contra aletargamientos y lugares comunes. Poeta y raíz, nos lleva al subsuelo mismo de nuestra lengua. Escuchémoslo de una vez. Ha padecido ya un purgatorio más que suficiente.
Antonio SÁNCHEZ ZAMARREÑO

CUADERNOS DE ENCUENTRO PUBLICA SU Nº 100


Bajo la dirección de Federico Pino, la revista editada por el Club de Opinión Encuentros, acaba de ver su nº 100, hecho que motiva el editorial del presidente de este Club, Luis Fernando de la Sota.
La interesante revista incluye artículos de Aquilino Duque, Luis Buceta, Manuel Parra así como un interesante trabajo de Francisco Caballero Leonarte titulado "El relevo de Matías Montero".