martes, 30 de abril de 2013

Éxito de la presentación de 'El fracaso de la Monarquía' de Javier Castro-Villacañas

El Salón 'Foro Cívico' de la Librería Beta en la céntrica calle Sierpes de Sevilla ha acogido tanto la presentación de la segunda edición de "El fracaso de la Monarquía" (Ed. Planeta) de Javier Castro-Villacañas como la mesa redonda titulada ¿Y después de Juan Carlos I, qué?.


(El autor del libro, Javier Castro-Villacañas)

Tras la introducción del acto por el presidente de la A.C. ADEMÁN -Javier Compás- y ante un público que llenaba completamente el aforo, condujo el acto y moderó la mesa redonda el escritor y abogado sevillano, José Manuel Sánchez del Águila.

Un público variopinto en edad y procedencia, profesores universitarios, alumnos, profesionales libres, curiosos atraídos por el tema y gente de la cultura sevillana, acompañaron a los intervinientes participando además en un interesante debate que se alargó espontáneamente y continuó en la calle.


(Fotografía panorámica de la concurrencia en el Foro de la Librería Beta)

Pudimos ver al presidente de la Asociación Cultural Fernando III departiendo con el profesor Luis F. Rull (Catedrático de Física y miembro del Consejo Editorial de El Mundo) y con el polifacético abogado sevillano, José María Font. Ambos acompañaron al autor y a José Manuel Sánchez del Águila en un acto oportuno sobre un libro imprescindible.


(De izquierda a derecha, José María Font, Sánchez del Águila, Castro-Villacañas y el profesor Rull)

La ampliación de la Democracia, la lucha contra la corrupción y la necesidad de reforzar la unidad de España fueron los principales mensajes transmitidos por Javier Castro-Villacañas que orló su presentación con referencias a los poetas León Felipe, Antonio Machado y Angel María Pascual.

lunes, 22 de abril de 2013

Presentación del libro “El fracaso de la Monarquía”




Estimado/a amigo/a de ADEMÁN:

Nos complace invitarte el próximo 29 de Abril a la presentación del libro “El fracaso de la Monarquía” (Ed. Planeta) del que es autor el abogado y periodista Fco. Javier Castro-Villacañas.

A la intervención del autor le sucederá una mesa redonda que girará en torno a la desafiante pregunta ¿Y DESPUÉS DE JUAN CARLOS I, QUÉ?.

La mesa será moderada por el abogado y escritor José Manuel Sánchez del Águila y, además del autor del libro, contará con la participación del catedrático de la Universidad de Sevilla Luis F. Rull y por el también abogado José María Font.

Adjuntamos cartel con todos los datos.

Día 29 de Abril (lunes)
19’00 horas.
Salón de Actos de la Librería Beta (C/ Sierpes).

Un cordial saludo.

Javier Compás.
Presidente de la A.C. ADEMÁN.

martes, 16 de abril de 2013

Agustín de Foxá, el conde maldito


  • Agustín  de Foxá, el conde malditoJOSE JAVIER ESPARZA
    Se pondrán como quieran los mandarines de la dictadura ideológica que padecemos, pero el hecho objetivo es que Foxá es uno de los grandes. Puede discutirse que como novelista o como poeta, por ejemplo, su obra no alcanzó la dimensión que él hubiese deseado (en parte por circunstancias ajenas y en parte por pereza propia).Sea como fuere, es indiscutible que en un género literario básico del siglo XX, como es el columnismo de periódico, Foxá ha sido uno de los grandes clásicos de nuestra literatura, como González Ruano. Y así lo proclamó, por ejemplo, otro maestro del género: Francisco Umbral. Pero vamos a ver quién era Foxá: qué hizo y por qué tiene que estar, de manera inexcusable, en cualquier biblioteca disiden El “Cara al sol”
    Agustín de Foxá es un hijo directo de la edad de plata de la literatura española. No andaremos descaminados si en su árbol genealógico subrayamos los nombres de Valle-Inclán y Ramón Gómez de la Serna. Eso en lo que concierne a su genealogía literaria, porque la otra, la biológica, también merece mención: Agustín de Foxá y Torroba, tercer conde de Foxá y cuarto marqués de Armendáriz, hijo de la nobleza madrileña (en la capital nació en 1903), educado en el Colegio del Pilar, encaminado a la carrera diplomática… Foxá era lo que entonces se llamaba “un señorito”. Un señorito, eso sí, dotado de una agudísima sensibilidad poética y una curiosidad estética sin límites. Y también, por cierto, de un hondo desdén hacia las necedades de la oligarquía.
    Foxá debutó muy pronto: aparte de los versos escolares en la revista del colegio, antes de los treinta años ya tenía un nombre como articulista en La Gaceta Literaria, que era el laboratorio de las vanguardias españolas en los años 20, en Héroe y en Mundial, entre otras revistas. En 1930 se estrena como articulista en ABC, medio para el que seguiría publicando durante toda su vida. Amigo del gran Edgar Neville, el joven conde traba también relación con Ramón Gómez de la Serna y María Zambrano. En ese momento, ya diplomático, es destinado a Sofía y a Bucarest. En 1933 aparece su primer libro de poemas, La niña del caracol, editado y prologado por otro gran nombre literario del momento: Manuel Altolaguirre.
    Nuestro autor, que ante todo es un literato, no carece de inquietudes políticas: nadie en la España de los años treinta carecía de ellas. De familia monárquica y convicciones conservadoras, su mundo afectivo está en los antípodas de la República proclamada en 1931. Sin embargo, no es un tradicionalista: por una parte, le atrae demasiado el mundo de las vanguardias y, por otra, ha aprendido a mirar con ojos muy críticos el mundo viejo, que estaba muriendo por sus propios méritos.
    Con esas hechuras, era inevitable que terminara acercándose a un movimiento que otro hijo de buena familia, José Antonio Primo de Rivera, está empezando a levantar con una combinación de conceptos políticos tradicionales y formas sociales renovadoras: Falange Española. Como Foxá, otros muchos escritores entran en la órbita joseantoniana: Rafael Sánchez Mazas, Dionisio Ridruejo, José María Alfaro, Jacinto Miquelarena, Pedro Mourlane Michelena… Con algunos de ellos escribió Foxá la letra del “Cara al sol”.
    Sus episodios nacionales
    Agustín de Foxá apenas participó en las convulsiones políticas de la preguerra: sus ocupaciones diplomáticas le mantenían alejado de ellas. La guerra le sorprende precisamente en el momento en que acaba de ser destinado al consulado español en Bombay. Finalmente no marcha a Bombay, sino a Bucarest. Allí se encuentra en una situación difícil: funcionario al servicio de un Gobierno que no ignora sus inclinaciones políticas, y en un clima de guerra civil. Finalmente logra abandonar Bucarest, vuelve a España y entra en la zona sublevada, poniéndose al servicio del gobierno de Franco. Pocos meses antes había publicado su segundo libro de poemas: El toro, la muerte y el agua, con prólogo de Manuel Machado.
    Es en ese ambiente de guerra civil cuando Foxá publica la novela que más fama le daría (y que la izquierda española no le ha perdonado aún): Madrid, de corte a checa, uno de los grandes libros sobre la guerra de 1936. Escrito, evidentemente, desde el lado de los sublevados, Foxá retrata aquí la irresponsable frivolidad de los monárquicos de 1931, las turbulencias de los años republicanos y la persecución roja en el Madrid del Frente Popular.
    La obra abunda en retratos de personajes de la época, pero es, sobre todo, una mirada tan estetizante como desolada al desgarro general de un país. Madrid, de corte a checa tenía que haber sido la primera de una serie de novelas, al estilo de los Episodios nacionales de Galdós. Foxá escribió otras dos: Misión en Bucarest y Salamanca, cuartel general. Sólo apareció, sin embargo, la primera de ellas, y eso después de la muerte del autor. La tercera, la salmantina, nunca se encontró.
    Es interesante, porque Foxá, siendo un hombre que tomó partido decididamente por uno de los bandos de la guerra civil, no tomó nunca una actitud de aniquilación frente al enemigo. Hay unos versos suyos que son una oda al dolor de un país desgarrado. Dicen así: “Una línea de tierra nos separa./ Pero estamos tan lejos…/ Para llegar hasta vosotros, trenes,/ rutas extrañas, playas extranjeras/ y, sin embargo, hermanos enemigos,/ ¡qué cerca nuestra sangre!, que aclararon/ las mismas frutas, que encendieron, roja,/ primaveras y labios parecidos”.
    Foxá escribió otras muchas cosas: más poesía, como los libros El almendro y la espada, Poemas a Italia y El gallo y la muerte, y también teatro en prosa y en verso: Cui-Ping-Sing, El beso a la bella durmiente, Baile en capitanía, Gente que pasa… Colaboró de manera muy directa en las publicaciones culturales del régimen del 18 de julio, como Vértice y Jerarquía, y dirigió la publicación bilingüe hispano-italiana Legiones y Falanges. Sin embargo, se hace difícil calificarle como un escritor del franquismo. ¿Antifranquista, entonces? Desde luego que no. Como les ocurría a otros muchos escritores falangistas de su generación, Foxá se sentía atrapado entre sus deseos y la realidad: la mayoría de ellos veía el régimen de Franco como un enojoso aparato demasiado conservador para su gusto; pero, al mismo tiempo, todos sabían perfectamente que en aquella España de posguerra no había otra opción.
    Instalado en esa incomodidad, Foxá va a ir quemando su vida en distintos destinos diplomáticos durante la segunda guerra mundial. Es en ellos donde se labra esa fama de personaje agudo, sarcástico, brillante y algo cínico que iba a acompañarle para siempre; ese talento para crearse legiones de enemigos por una frase brillante que su verbo afilado no podía reprimir. Representó al régimen de Franco en Roma y en Helsinki. Aquí conoció al escritor italiano, fascista primero y antifascista después, Curzio Malaparte. Malaparte retrató a Foxá con trazos poco agradables en su novela La piel (una gran novela, por otro lado). Foxá, cuando le preguntaron por Malaparte, contestó que prefería a Bonaparte.
    Y cuando terminó la segunda guerra mundial, nuestro autor continuó en sus tareas diplomáticas, ya fuera en Buenos Aires o en Cuba o en Filipinas. Enfermo de los pulmones, el clima filipino estuvo a punto de matarle. Cuentan que cuando se le retiraba de Manila en camilla, a bordo del avión que le devolvería a España, susurró: “Soy el último de Filipinas”.
    Melancolía del desaparecer
    Nuestro autor no tenía la menor inquietud política. No hizo el menor esfuerzo por labrarse una carrera en el régimen. Su mundo seguía siendo otro: el de las palabras y los conceptos, una visión esencialmente estética de la vida y del mundo. De su paso por América dejó unas crónicas sencillamente sublimes, recogidas en el volumen Por la otra orilla. Se trata de una compilación de artículos de tema americano y en ellos -en todos ellos- brilla intensamente su ingenio agudo y melancólico. Es una obra maestra del articulismo como género literario.
    Murió en 1959, con sólo 56 años. “Soy gordo, soy conde, soy diplomático… ¿cómo no voy a ser reaccionario?”. Esa frase se le atribuye, entre otras, para definir su perfil. Pero quizás es más precisa la que él se dedicó a sí mismo: “Gordo. Con mucha niñez aún palpitante en el recuerdo. Poético pero glotón. Con el corazón en el pasado y la cabeza en el futuro. Bastante simpático, abúlico, viajero, desaliñado en el vestir, partidario del amor, taurófilo, madrileño con sangre catalana. Mi virtud: la imaginación. Mi defecto: la pereza”.
    Enfrentado a la muerte, Foxá escribió unos versos que sobrecogen. Su “Melancolía del desaparecer” se ha citado mil veces, pero vale la pena repetirla, porque pocas veces el alma poética ha tocado con más profundidad el temor a la incertidumbre y el dolor por la vida que se va”. Dicen así:
     “Y pensar que después que yo me muera,/ aún surgirán mañanas luminosas,/ que bajo un cielo azul, la primavera,/ indiferente a mi mansión postrera,/ se encarnará en la seda de las rosas./ Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,/ sobre mis huesos danzará la vida,/ y que habrá nuevos cielos de escarlata,/ bañados por la luz del sol poniente/ y noches llenas de esa luz de plata,/ que inundaban mi vieja serenata,/ cuando aún cantaba Dios, bajo mi frente./ Y pensar que no puedo en mi egoísmo/ llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;/ que he de marchar yo solo hacia el abismo,/ y que la luna brillará lo mismo/ y ya no la veré desde mi caja”.
    Es a este prodigio al que unos oscuros concejales comunistas de Sevilla quiesiron prohibir. Porque no les gustaba lo que Foxá fue; no les gustaba el conde maldito. Quizá lo que no les gustaba era saber que, frente a ellos, sigue existiendo la sombra de alguien tan grande.



    http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/cultura/agustin-foxa-conde-maldito-20130329

    domingo, 7 de abril de 2013

    ESTRENO DE LA PELÍCULA CRISTIADA

    Juan Manuel de Prada
    ABC



    Se estrena, al fin, en los cines españoles For Greater Glory, la película sobre la Guerra Cristera o Cristiada (1926-1929), desatada en México después de que el gobierno del laicista Plutarco Elías Calles cometiera los más inicuos atropellos contra los católicos, incluidas matanzas de sacerdotes y fieles. La película, de factura técnica más que notable, incorpora un elenco de campanillas (con nombres tan vistosos como los de Andy García, Eva Longoria, Peter O’Toole o Rubén Blades) y denota un esfuerzo de producción en verdad llamativo. Se trata de una obra de declarada militancia católica; pero muy alejada del temible tono empalagoso –cuando no aciagamente buenista— que suele lastrar las películas que se presentan bajo este marbete.


    For Greater Glory es una película épica al modo clásico, llena de lances heroicos y pasajes conmovedores, muy alejada del cine de acción de los últimos años, donde las pirotecnias y aspavientos propios del género enmascaran argumentos vacuos y personajes sin encarnadura. En For Greater Glory no faltan, desde luego, las secuencias trepidantes, los tiroteos y escaramuzas bélicas; pero, al hilo de tales secuencias, se nos plantean conflictos humanos vigorosos y desgarradores y se nos presenta una panoplia de personajes de lo más variopinto. Desde el Beato Anacleto González Flores, un líder católico que acaudilló la resistencia pacífica contra Calles antes de ser martirizado, al aventurero Victoriano Ramírez, alias “el Catorce”, cuyas hazañas sanguinarias lo envolverían en una aureola de leyenda. Desde el niño José Sánchez del Río, también beatificado por la Iglesia, quien fuera martirizado del modo más sañudo, al cura cristero José Reyes Vega, responsable de ordenar incendiar un tren sin evacuar antes a los pasajeros. Y, por encima de todos, el general Enrique Gorostieta, comandante del ejército cristero, un hombre más bien descreído que acabaría convirtiéndose, impresionado por la fe de sus soldados. For Greater Glory, que se permite ciertas licencias en la reconstrucción biográfica de sus protagonistas (así, por ejemplo, en la relación entrañable que se entabla entre el general Gorostieta y el niño José Sánchez del Río, que tal vez ni siquiera llegaran a conocerse), no escamotea sin embargo los aspectos de su personalidad más vidriosos o problemáticos, que deja al juicio del espectador; tampoco, oculta, por cierto, las disensiones en el seno del bando cristero, y aun de la propia jerarquía católica.

    Pero si hay algo que For Greater Glory no oculta es que la Cristiada fue, en su esencia y por encima de otras circunstancias políticas o económicas, una guerra religiosa, desatada por odio a la fe católica. El “¡Viva Cristo Rey!” que los cristeros lanzan, a modo de proclama inquebrantable, antes de entrar en la batalla, y que sus mártires repiten ante sus ejecutores, después de haberlos perdonado, así nos lo recuerda constantemente. En España también tuvimos otra guerra en la que muchos inocentes murieron lanzando ese grito, pero ninguna película los conmemora. En este sentido, For Greater Glory resultará para muchos espectadores españoles una película incómoda; no sólo para los laicistas satisfechos de su hegemonía, sino también para los tibios, los “políticamente correctos” y demás faunas gallináceas autóctonas. Al resto, la película no les defraudará: disfrutarán de casi dos horas y media de un cine épico y vibrante que ya no se estila; y saldrán de la sala oscura conteniendo a duras penas la emoción que les anuda la garganta y preguntándose por qué una película así es inconcebible en España. Si alguno llegara a responder esta pregunta, ya no dejaría de llorar.

    jueves, 4 de abril de 2013

    CATALONIA IS NOT SCOTLAND


    Jesús Laínz.


    Aunque de vez en cuando se arranquen por modelos kosovares o canadienses, parece claro que la gran excusa del plan de Artur Mas en los próximos meses va a ser Escocia. La brumosa tierra de William Wallace, además de no formar parte de una Britannia romana de la que quedó separada por el muro de Adriano, fue un reino independiente hasta 1707; independiente y hostil a Inglaterra, reino que intentó conquistarla militarmente en varias ocasiones. En 1603 Jacobo VI de Escocia heredó el trono inglés, con lo que las dos coronas se posaron en la misma cabeza. Pero los dos estados no se fundieron en uno hasta que en 1706 los dos parlamentos acordaron, mediante el Treaty of Union, crear el Reino Unido de la Gran Bretaña. El año siguiente ambos parlamentos ratificaron el tratado en sendas Acts of Union.
    Cataluña, por el contrario, formó parte de la Hispania romana (con capital precisamente en Tarragona) y de la visigoda (con capital precisamente en Barcelona antes de trasladarse a Toledo). Nunca exisitió un reino de Cataluña, nunca ningún hostil reino de España intentó conquistarla militarmente y nunca ningún parlamento de un reino catalán ni ningún parlamento de un reino español acordaron ningún tratado para unirse de mutuo acuerdo. Al contrario, los catalanes participaron, como los demás cristianos, en la reconquista y en la unificación de España mediante el matrimonio de los reyes de Castilla y Aragón. Nunca existió un estado catalán que tomase la decisión de unirse al español y que ahora pudiese revocarla. Y, por mucho que mientan los separatistas, Cataluña no fue conquistada por España en 1714, sino que en dicho año fueron vencidos, en su último reducto de Barcelona, los últimos partidarios del archiduque Carlos al trono de España.
    Por lo tanto, ni histórica ni jurídicamente tienen el caso escocés y el catalán el menor parecido. ¿Por qué, entonces, tanta insistencia en compararlos? Porque se pretende hacer pasar por bueno un enorme fraude: que Cataluña tiene el mismo derecho histórico y jurídico que Escocia a decidir unilateralmente su secesión. En cuanto a la argumentación jurídica, bien fácil es comprender que la legislación británica no puede ni tiene por qué trasladarse a un caso totalmente distinto. Lo que establezca la Constitución no escrita británica y lo que hayan acordado el parlamento y el gobierno británicos a la vista de las Acts of Union aprobadas en su día es materia del parlamento y del gobierno británicos y será desarrollado según la legislación británica, pero en modo alguno tiene por qué ser exportable a ningún otro lugar del mundo. Desde luego no a España, el artículo 1.2 de cuya Constitución establece que la soberanía nacional reside en el pueblo español, sin posible fragmentación territorial alguna.
    Además, la querencia de los separatistas catalanes por el modelo escocés es arbitraria. Ya que tanto les gusta fabular con la Edad Media, ¿por qué no alegan como modelo el de los siete reinos –estos sí existentes, no como el inexistente reino de Cataluña– en que durante medio milenio estuvo dividida Inglaterra? ¿Quizá porque si a los habitantes de los actuales territorios de Northumbria, Mercia, East Anglia, Essex, Kent, Sussex y Wessex se les ocurriese autoproclamarse “por razones de legitimidad democrática, carácter de sujeto político y jurídico soberano”, sesenta millones de británicos se morirían de risa? ¿Por qué no cruzar el canal y escoger como modelo el francés? ¿Quizá porque las carcajadas iban a ser todavía mayores en la République Une et Indivisible si a los regidores de los departamentos de Alto Rhin, Córcega del Sur o Pirineos Orientales se les ocurriese semejante idea? ¿O por qué no apelar al ejemplo de un Estado federal, ese modelo tan valorado últimamente por algunos, y apuntarse al mismo derecho de secesión del que gozan los Estados de Baden-Württemberg, Baviera o Schleswig-Holstein? O, mejor aún, al de Virginia, Georgia y Tennessee. Seguro que Artur Mas podrá contar con el apoyo de los descendientes de Lincoln.
    El ejemplo escocés también sirve para otras reivindicaciones, no por ajenas a lo jurídico, de menor peso propagandístico. Pues el hecho de que Escocia, Irlanda del Norte, Gales e Inglaterra jueguen los campeonatos internacionales de fútbol en selecciones separadas es utilizado por nuestros separatistas como argumento para reclamar las suyas con el deseo, no de fomentar el deporte, sino de ponerlas a su servicio como embajadas volantes y pruebas ante el mundo de la existencia de sus pretendidas naciones. Además, en el otoño del muy simbólico año de 2014, que los separatistas catalanes presentan fraudulentamente como el tercer centenario de la conquista española, se celebrará el referendo ansiado por el partido de Alex Salmond, que ha escogido dicho momento no por casualidad. Pues en dicho año coinciden el séptimo centenario de la batalla de Bannockburn, en la que los escoceses de Robert the Bruce preservaron su independencia venciendo al ejército inglés de Eduardo II, y los 20º Juegos de la Commonwealth en Glasgow, en los que se enfrentarán los equipos de Inglaterra y Escocia. Y los partidarios de la independencia pretenden aprovechar ambos acontecimientos para agitar el fervor patriótico de sus paisanos.
    Pero el motivo por el que existen dichas cuatro selecciones no es nada relacionado, como hubieran deseado nuestros separatistas, con ningún derecho de autodeterminación, sino con el hecho de que el fútbol fue inventado por británicos. La asociación futbolística inglesa se fundó en 1863, la escocesa en 1873, la galesa en 1876 y la irlandesa en 1880. El primer encuentro entre los equipos escocés e inglés se celebró en 1872. Cuando se creó la FIFA en 1904, los cuatro equipos llevaban jugando entre ellos más de tres décadas, y dada tan consolidada tradición, se les concedió el privilegio extraordinario de seguir existiendo, lo que no sucede en ningún otro país del mundo. Por otro lado, la elección de los equipos futbolísticos por parte de nuestros separatistas es, una vez más, interesada y arbitraria. ¿Por qué no escogen como modelo al equipo olímpico británico, único para ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses?
    Y en cuanto a la representación política exterior, para hablar de cosas serias, ¿nunca han caído en la cuenta de que no hay embajadas de Inglaterra, Escocia y Gales, sino sólo del Reino Unido de la Gran Bretaña?
    La respuesta es fácil: sin el perpetuo falseamiento el nacionalismo catalán no tendría ni motivos, ni excusas, ni explicaciones, ni justificaciones, ni razones, ni argumentos.

    miércoles, 3 de abril de 2013

    Crónica de la presentación del libro La Batalla de Gibraltar




    El pasado miércoles 20 de Marzo en el salón principal de la Fundación Valentín de Madariaga, tuvo lugar la presentación del nuevo libro del periodista José María Carrascal, La Batalla de Gibraltar, donde el autor narra todo el proceso de negociaciones y desencuentros de la diplomacia española con las autoridades británicas, que aún mantienen la situación colonial de la Roca, a pesar, de las resoluciones de la ONU a favor de una negociación con España para la resolución del problema.

    El amplio y bello salón del antiguo consulado estadounidense, se llenó en su totalidad, más de cien personas que siguieron atentamente la presentación. Abrió el acto el Gerente de la Fundación Valentín de Madariaga, Luis García de Tejada, tras él Javier Compás, presidente de la Asociación Cultural Ademán, agradeció a los presentes su asistencia, a la Fundación Madariaga por acoger el acto y al presentador del autor, a éste y a la editorial, por su colaboración en la presentación, tras lo cual dedicó unas breves palabras al presentador del autor, el jefe de informativos de la Cadena COPE, Eusebio Pérez, quien, a su vez, hizo la presentación del autor.

    José María Carrascal, autor del libro, expuso el proceso de documentación y elaboración del texto, todo trufado con sus jugosas anécdotas vividas a lo largo de su dilatada experiencia profesional como periodista en las zonas más candentes del panorama internacional a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
     
    Tras las intervenciones de presentadores y autor, se inició un animado debate suscitado por las preguntas del público, muy interesado en el tema de la recuperación de este trozo de España en manos extranjeras, con cuestiones planteadas incluso por gente muy joven que asistió al acto.

    A la conclusión, Luis Valiente, de editorial Actas, el autor, José María Carrascal y miembros de la Asociación Cultural Ademán, compartieron una agradable cena en el sevillano restaurante Jabalón, donde se siguió con la animada tertulia y con las anécdotas y vivencias de tan magnífico comunicador cual es José María Carrascal.

    ADEMAN